En este artículo vamos a sumergirnos en el mundo fascinante de los antioxidantes, revisaremos algunos de sus mecanismos de acción y sus consecuencias en nuestro estado de salud.
A veces se habla de antioxidantes en general, se cree que pueden intercambiarse entre sí y que funcionan de manera indistinta. En la realidad no es así, cada antioxidante es un compuesto único con propiedades biológicas y químicas específicas. Por esta razón, la diversidad es importante y es conveniente permitirles que trabajen en conjunto como parte de una elaborada red.
Por ejemplo, el beta-caroteno (presente en la zanahoria) actúa a nivel de la superficie de la membrana celular, mientras que el licopeno (presente en el tomate), actúa dentro de la membrana. Así, podemos entender que un solo antioxidante no puede hacer el trabajo de un ejército completo. El Dr. Walter Willet, director del Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard, hace una similitud interesante con respecto a los suplementos antioxidantes: “Una píldora sería como escuchar solo un violín tocando una sinfonía de Mozart, podrías apreciar un poco, pero no tendría el efecto glorioso”.
Si hablamos de sus efectos en las enfermedades cardiovasculares, deberíamos partir del punto en que comienza el padecimiento, la donación de electrones del LDL (lipoproteína de baja densidad ó colesterol malo) a los radicales libres. Cuando existen cantidades abundantes de LDL en la sangre, éste se adhiere a las células que recubren la superficie interna de las paredes de las arterias.
Entonces el LDL es atacado por los radicales libres presentes por lo que cede sus electrones. Esto provoca que las moléculas de LDL que generalmente son lentas e inactivas, se conviertan en sustancias reactivas y aquí comienza realmente el daño de la arteria. Aglomerados de células reparadoras, penetran en la pared de la arteria y empiezan a “comerse” a las partículas de LDL oxidadas (de la misma manera en que se combate una infección). Las células reparadoras se hinchan convirtiéndose en unas células blancas, esponjosas, conocidas como “foam cells” (células espuma). Toda esta actividad estimula a las células lisas que recubren las paredes de la arteria, éstas crecen y se engruesan. Si este proceso es suficientemente largo, el resultado es que las arterias se estrechan, reduciéndose así el flujo sanguíneo al corazón y al cerebro. Las arterias estrechas son también terreno fértil para la formación de placas de ateromas bloqueando el paso de la sangre aún más.
Entonces, si la oxidación por radicales libres puede detonar el peligro potencial de las reacciones en cadena, los programas de alimentación ricos en antioxidantes pueden ayudar a prevenir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Existen muchas líneas de evidencias que sugieren que esta hipótesis pueda ser cierta. Un gran número de pruebas de laboratorio, muestran cómo ciertos antioxidantes protegen al LDL de la oxidación. Así mismo, estudios realizados a largo plazo, sobre un gran número de personas (por ejemplo The Nurses Health Study, the Health Professionals Follow Up Study, the Iowa Women’s Health Study, etc.), muestran que aquellas personas cuyas dietas eran altas en antioxidantes, tendían a presentar menor incidencia de enfermedad cardiovascular.
Uno de los efectos más graves en el desarrollo del cáncer, y que es común en cualquier tipo, es el daño del DNA, la molécula en forma de hélice que almacena las instrucciones para toda la actividad celular. El DNA es un blanco perfecto para el ataque por radicales libres y agentes oxidantes.
Los antioxidantes entonces son parte de la “barrera protectora” que minimiza el daño al DNA. Son capaces de detener las reacciones en cadena, aún a costa de sacrificar su propia estructura. También bloquean la formación de compuestos base nitrógeno, que actúan como carcinógenos.
Una forma muy sencilla de entender a los radicales libres, es asumirlos como moléculas que al faltarles un electrón son muy reactivas y no se quedan en paz hasta que le quitan el electrón a otra molécula, de tal forma que ellos ya se estabilizan, pero la molécula a la que le quitaron el electrón se queda muy reactiva y va a quitar el electrón a otra molécula, iniciando así las reacciones en cadena, el principio de muchas enfermedades y del envejecimiento.
En esta circunstancia, me gusta llamarles a los antioxidantes “soldados suicidas”, ya que están dispuestos a donar su electrón, aunque después de eso se queden inactivos, es decir, tienen la capacidad de detener la reacción en cadena.
Me atrevería decir que todos los antioxidantes son buenos, sin embargo considero que cubriendo el siguiente espectro de antioxidación, podemos tener suficiente protección para nuestra salud:
- Vitamina C, antioxidante
hidro-soluble, 500 mg/día. - Vitamina E, antioxidante
lipo-soluble, 400 UI/día. - Antioxidantes de membrana: Polifenoles RX, Maqui.
Vale la pena destacar que el Maqui, y sus delfinidinas favorecen nuestro estado de salud activando a la enzima AMP kinasa, con todos los beneficios que puedan obtenerse de ello.
Actualmente la vitamina D ha cobrado importancia especialmente por su capacidad en mejorar la respuesta inmunológica, entonces podríamos añadirla también a esta lista.
En mi experiencia personal, he estudiado con profundidad al jugo Xango, el cual es también un antioxidante de membrana, es decir, protege a la membrana celular del daño oxidativo.
El Dr. Willet considera que recurrir a los suplementos antioxidantes puede ser un “seguro de salud”, pero no sustituyen a una alimentación balanceada, simplemente la complementan.
Como conclusión, seguir un régimen que incluya cantidades importantes de vegetales y frutas además de suplementos antioxidantes, es una excelente manera de prevenir el desarrollo de enfermedades crónico degenerativas.