La Generación de las emociones perdidas

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Lorena Sada

Lic en Comunicación y Educación Experta en Inteligencia Emocional Instituto Resilia IAP

Hoy se habla mucho de la importancia de la inteligencia emocional, gracias a la neurociencia los expertos se atreven a decir que el 80% del éxito de las personas en la vida depende de que tan emocionalmente inteligentes somos. Esta realidad nos invita a hacer un autoanálisis de que tanto conocemos las emociones, que tan conscientes somos y que hacemos con ellas.

Cuando hablo de la generación de las emociones perdidas estoy hablando de la falta de educación emocional que tuvimos y no por maldad de nuestros papas o educadores sino porque no se conocía la trascendencia del buen manejo emocional, quienes de nosotros no escuchamos frases como: “el que se enoja pierde”, “no estés triste”, “No pasa nada”, “no tienes porque tener miedo”. Y aunque nuestra inteligencia podía entender esas frases nuestro cuerpo seguía sintiendo esa emoción.

¿Qué son las emociones?

Emoción proviene del verbo latino movere (“moverse”) más el prefijo “e” (“movimiento hacia”). Son impulsos que nos lleva a actuar, programas de reacción automática, que nos han ayudado a sobrevivir como especie, gracias al miedo podemos salir corriendo cuando vemos un peligro, por ejemplo.

La sede de las emociones son las sensaciones corporales. El cuerpo contiene información que envía al cerebro. Estudios han demostrado que, aunque no seamos conscientes de ellos, la información neuronal del mundo interior de nuestro cuerpo y las emociones influyen en el razonamiento y toma de decisiones. Por tanto, aunque no queramos prestar atención a nuestro mundo emocional seguirá influyendo en nuestro cuerpo convirtiéndose en una carga emocional.

Las sensaciones corporales mas comunes son: Nudo en la garganta, mariposas o dolor en el estómago, dolor en el corazón o que late muy rápido, dificultad para respirar, cuando no podemos estarnos quietos o cuando sentimos que la cabeza nos da vueltas. Y estas realidades nos están informando que ahí viene una emoción.

No hay emociones buenas ni emociones malas, sino emociones agradables o desagradables.

Emociones básicas:

Existen 5 emociones básicas innatas y universales a todos los seres humanos que son: la tristeza, el enojo (furia), el miedo (temor), la alegría y el asco (desagrado). Todas contienen información con mucha sabiduría para nosotros. Todas las emociones amplían nuestra inteligencia. La tristeza nos dice que hemos perdido algo significativo, el enojo nos informa que están invadiendo nuestro territorio, el miedo que estamos en peligro, la alegría que hemos alcanzado nuestras expectativas y el asco nos protege de algo que nos puede hacer daño. Nos informan acerca de nuestro bienestar y la satisfacción de nuestras necesidades. Nuestros sentimientos instintivos reducen con rapidez las alternativas a considerar al tener que tomar decisiones, limitando opciones, mejorando nuestra eficacia cognitiva y evitando que nos sintamos abrumados.

Sentir significa dar color a la vida y no ver la vida en blancos y negros.

Duración de las emociones:

Es importante aclarar que las emociones no duran eternamente, que son estados y no rasgos. Podemos decir que son como el tiempo, como las nubes, que van y vienen, que hoy está nublado, pero mañana saldrá el sol, esto nos hace sentir las emociones sin miedo a quedarnos atrapados por ellas.

¿Cómo se trabajan las emociones? Con la autoconciencia y el autoregulación.

La autoconciencia es el eje básico y primero de la inteligencia emocional, sin saber lo que estoy sintiendo es imposible regularme, por tanto es imprescindible una conciencia y una conexión con todo mi ser, tanto con mi mente como con mi cuerpo para poder tener una buena autoconciencia. Requiere lo siguientes puntos:

Conocimiento y aceptación.

“Sentir una emoción” y ser consciente de lo que está sintiendo y no verse arrastrado por ella. Requiere comprensión de nuestras reacciones emocionales ante las situaciones. Pausa mental para captar el movimiento interno de las emociones.

Las personas que profundizan en sus sentimientos y aprenden a través de estos son más conscientes de las emociones que experimentan los demás, y por lo tanto, tienen una mayor capacidad de empatía.

¿Hasta qué punto soy capaz de expresar mis sentimientos y emociones con palabras?

Autorregulación sería el segundo proceso para poder alcanzar la inteligencia emocional a nivel intrapsíquico e interpersonal. Autorregulación se define como la “Habilidad para regular emociones desagradables” Y también como la “Habilidad para inducir emociones y estados de ánimo positivos”. En los niños se trabaja la coregulación, ya que es el adulto o el educador quien le ayudad a regulas estas emociones. Algunas de las técnicas más importantes para la autorregulación son: la relajación, el poder de los pensamientos positivos, el ejercicio físico, la empatía, el actuar de forma diferente, y el visualizarte en un lugar seguro o tranquilo.

Jorge Bucay dice “No somos responsables de las emociones, pero si de lo que hacemos con ellas”. Y es entonces cuando la tristeza nos ayuda a planificar cuando la energía retorna un nuevo comienzo, a replantear las cosas y darles el justo valor y nos ayuda a tener empatía con los demás. El enojo nos lleva a defendernos o a defender a los demás, a luchar contra las injusticias, hacer algo bueno por los demás. El miedo nos da la oportunidad protegernos, de crecer, enfrentarlos y de ser valientes. La alegría nos da la capacidad a prestar ayuda, un estado de ánimo alegre favorece para cooperar con los demás, la alegría se contagia. Y el asco nos ayuda a rechazar algún objeto o situación desencadenante de la emoción y potencia los hábitos saludables, higiénicos y adaptativos.

Si queremos ser felices, si queremos vivir una vida plena es hora de recuperar esas emociones perdidas: sentirlas, aceptarlas, trabajarlas, y expresarlas.