Estoy segura que todos nos planteamos algunas o muchas veces, la posibilidad de vivir de otra manera. Pasamos mucho tiempo del día en el flujo de nuestra mente que se mueve a toda velocidad entre el pasado y futuro, repitiendo los mismos diálogos y episodios; nos perdemos de nuestro momento presente, existimos, no vivimos, desconectados de nosotros mismos. Cuando hago un alto en el camino, a veces no supe ni cómo llegué aquí, qué puntos recorrí, lo que fue parte del paisaje, no vi, no escuché, no sentí el trayecto. Estaba perdida en esa marejada mental.
Qué fuerte el hecho de no saber cómo reconectar, ingresar en nuestro interior de manera natural, convirtiéndose en toda una tarea de repetir lecciones para dejar lo externo y poder ir dentro de nosotros. Algunos optamos por alejarnos del mundo para reencontrarnos, otros por varios o muchos cursos para “regresar a casa”, y sin importar el origen de esa alternativa la respuesta será la misma: siéntate, respira con atención, dirige tu mente a ese movimiento respiratorio y repítelo…así nos resguardamos de las tormentas de la mente.
Qué cierta la frase que nos dice “nada de lo que temes está ocurriendo en este momento”. Es como si en una parte de nuestro desarrollo, pasando a la juventud y adultez nos fuéramos alejando y perdiendo de nuestra esencia, naturalidad y todo lo que era espontáneo en nuestros primeros años. Vamos tapando lo verdadero y aprendemos muy rápido a interpretar personajes según con quien nos relacionamos y lo que deseamos conseguir con ello, un lugar, una relación, un reconocimiento, un algo que llene lo que está vacío, vacío de mí mismo, porque mi valor se irá determinando según sea aceptada, amada y tomada en cuenta por los otros.
Lo que continúa en mi vida, abandonar mi proceso de agitación que enturbia mi mente y mis sentidos, un camino de mayor quietud para reconocerme en mi interior. Pasar el resto de la vida desaprendiendo y en la simplicidad de la vida misma, poder gozar… sí, ¡gozar! Porque es con el cuerpo del alma donde logramos sentir ese “unirnos con el otro”, con los otros, con el Todo. Al volver a encontrarnos en la misma red, deja de haber los unos y los otros, la separación. Son los momentos de Samadhi como le llaman los yoguis, “estado de consciencia e iluminación”.
Te he estado hablando de mí, de mi necesidad, de parte de mi camino. De cuando me cuestioné sobre otras maneras de vivir; en la búsqueda de algo que me acercara a un estado de bienestar integral, que me mantuviera con una condición física saludable pero también consiguiera un “adentro saludable”, que me urgía. Me sentía intolerante, ansiosa y con poca capacidad para ver y agradecer todas las bendiciones que tenía en ese momento en mi vida.
Necesitaba cambios y sin saber absolutamente nada sobre el yoga, me acerqué a él sólo por la curiosidad de lo que reflejaban ciertas personas practicantes. Yo quería verme como ellas.
Yo quería verme como ellas. Desconocía que era un reflejo de su interior.
Lo primero que seduce es la forma; así que pensé que tendría que lograr flexibilidad y destreza para realizar las posturas. Estaba lejos de saber todo lo que necesitaría, externa e internamente, para poder sostenerme en una asana.
La mezcla de firmeza y suavidad me empezó a hablar de esos opuestos que se complementan. El poder acomodarme en mí misma de muchas maneras diversas, con diferentes bases, sintiendo el cuerpo físico en la salud, en el alargamiento, en poder doblarlo, extenderlo, es algo maravilloso que cada vez disfruto más. El sentirme viva, completamente viva con el recorrer con los sentidos y la respiración; el cuerpo y el momento ¿no te parece fantástico? eran ensayos de estados de presencia.
Llegamos a esta vida con un cuerpo que nos es entregado pero sin instructivo. Vamos explorando en ensayos con aciertos y errores, el cómo movernos con él. Es triste que a nuestro cuerpo solo lo sentimos en el dolor, enfermedad o lesión. ¿Tu sientes tu cuerpo cuando está en perfecto estado?
¿Sientes tus adentros, la respiración en su recorrido, la energía siendo vida en ti? Si no lo has hecho, tienes que probarlo.
¿Puedes creer que el único material que necesitas es a ti mismo? Hay infinitas combinaciones posibles de sentirte, de vivirte, de permitirte percibir lo que estás sintiendo. Despejado, con mente clara, sin prejuicios, libre de presiones propias o ajenas. Dando espacio a todo lo que está siendo manifestado en ti, tal cual es posible y en ese mismo instante.
El lograr aunque sea por un momento el equilibrio consciente entre la funcionalidad del cuerpo con las cualidades de la mente atenta, contemplativa y reflexiva, es lo que se vive en yoga. Integrar se convierte en el oasis, en el camino. El yoga es un estado, no una forma de cuerpo.
Hay infinitas combinaciones posibles de sentirte, de vivirte, de permitirte percibir lo que estás sintiendo. Despejado, con mente clara… El yoga es un estado, no una forma de cuerpo.
Siempre he creído que la vida misma es yoga, el yoga se vive, así como la vida es para vivirla, no verla pasar. Cualquier tarea, oficio, actividad conscientemente realizada podría llevarnos a estados plenos, de unión y expansión. Tu trabajo diario, el amor que pones en él, la entrega, devoción, respeto, gozo, el servicio, el aprendizaje, la empatía, la inclusión, la experiencia misma, eso es yoga.
Todos somos yoga.