Para muchos papás y mamás la adolescencia es sinónimo de rebeldía, de problemas, de dolores de cabeza. Muchos quisieran que sus hijos se saltaran esta etapa o que nunca dejaran se ser niños.
A menudo me topo en consulta de orientación sexual y crianza amorosa a papás angustiados por no saberse llevar con sus hijos adolescentes, y que llegan a describir la relación como de caos, sin salida y de mucha angustia.
Y aunque puede resultar exagerado en varias ocasiones les he dicho que “nuestros hijos no son el enemigo”.
La adolescencia es una etapa de desarrollo psicoemocional y social, que inicia alrededor de los 13 y termina a los 19 años aproximadamente. Y aunque pareciera que son solo unos años de transición para una etapa más larga, pueden ser agotadores si no tenemos las estrategias adecuadas para acompañarlos.
No olvidemos que disfrutar de la crianza es uno de los objetivos fundamentales. Hay que hacer que este camino de paternidad nos llene de gozo y satisfacción.
Además de los cambios físicos que inician en la pubertad, las emociones que surgen juegan un papel determinante para que ellos se relacionen con el mundo exterior. La adolescencia no es una etapa terrible, y tú puedes hacer que tu hijo y tú la vivan desde un lugar amoroso.
Te dejo algunas recomendaciones desde una filosofía de crianza amorosa para que puedas dejar sentir que tienes al enemigo en casa:
*Reflexionar en las 3 cosas que se vuelven más importantes de esta etapa para los adolescentes que son:
• Descubrir quién soy
• Qué quiero
• Hacia dónde voy.
Una estrategia es ayudarle a construir su proyecto de vida, pregúntale qué le gustaría lograr, cómo se imagina que sea su vida y qué es lo que más disfruta hacer.
*Revisa las expectativas que te has construido sobre tu hijo en la adolescencia, a veces son creencias adoptadas que limitan la relación entre ambos. Creer que podemos tener al hijo perfecto nos aleja de disfrutar de la experiencia. Cada historia es personal quizás ya olvidaste tu adolescencia, pero casi puedo asegurar que no fue perfecta.
*Comunícate desde el sentimiento y no desde la emoción. Ante las situaciones a las que nos vamos exponiendo se generan sensaciones que producen emociones. Fluir en ellas está bien, pero hablar desde ellas a veces puede ser riesgoso. Si no quieres distorsionar el mensaje para tu hijo o hija habla desde el sentimiento.
Puedes estar molesta o angustiada, pero si te expresas desde el amor que sientes por tu hijo, con seguridad podrás elegir las palabras y el tono indicado. Se pueden poner límites desde el amor. Las palabras construyen o destruyen.
*Refuerza el vínculo, ésta es la manera de generar un ambiente de seguridad, confianza y de afecto. Haz cosas que a tu hijo o a ambos les gusten hacer. En esta etapa es valioso que te muestres interesado por sus cosas y le des espacio a que las disfrute. No se trata de horas sino de calidad de tiempo.
*Vuélvete la fuente de información más confiable para él o ella. No juzgues lo que piensa, escucha, y observa. Permítele expresarse, tu hijo adolescente esta reflexionando, explorando y viendo desde una consciencia diferente. Relájate y no dramatices de la misma manera, tu eres el adulto, la guía, el soporte.
*No tengas miedo a manifestarle su amor, cierto es que a esas edades las palabras amorosas, los mimos puedes resultarles asfixiantes, pero el amor de nuestros padres es lo que nos nutre, nos da confianza y seguridad. Aprender de las señales de amor de tu hijo o hija adolescente pueden ser una gran manera de seguirle mostrando el gran amor que tienen. Quizás no le estén gustando mucho los apapachos, pero una sonrisa tuya le puede demostrar cuanto le quieres. Velo con amor, déjale alguna nota, exprésate con cariño de él constantemente, y dale palabras positivas que eleven su autoestima.
Que la adolescencia en lugar de sacar lo peor de ti, saque lo mejor. Disfruta de la energía que ellos transmiten, un poco de su espontaneidad puede ayudarte a disfrutar de esta etapa.