Ella me buscó para tener sesiones en línea conmigo. Me platicó que vivía con miedos a salir, a emprender, a ser el centro de atención, a hacer cosas por primera vez… Tiene 46 años y ya no quería vivir así. Su cuerpo, lienzo donde se manifiestan nuestras emociones, presentaba dolores y tensiones por todas partes; le habían diagnosticado fibromialgia, además de gastritis recurrente.
A la segunda sesión, gracias a una regresión, descubrió lo que había enterrado en su inconsciente: abusos fuertes por parte de una maestra de escuela. La regañaba y la exponía frente al resto del grupo de maneras denigrantes. Su sistema nervioso aprendió a vivir a la defensiva; su cuerpo vivía lleno de miedos y tenso ante el “peligro”. Su niña adolorida, desde muy dentro de su memoria celular, seguía pidiendo ayuda, seguía atemorizada.
Además, esos momentos de miedo y dolor se habían hecho grandes a partir de tres grandes potencializadores. Léelos, respíralos y analiza si alguno ha incrementado el dolor en ti…
NO HABLAR LO QUE DUELE: No le quiso platicar a su mamá y papá lo que le había sucedido; temía peores regaños por parte de ellos. Nadie me protege.
CREER QUE NO PUEDES DEFENDERTE SOLA: Era pequeña y creía que no tenía defensa ante lo que le hacía la tremenda maestra. Soy indefensa.
CREER QUE LO MERECES: Cada vez que la regañaban y la exponían, ella se creía responsable y merecedora de ese sufrimiento: Merezco sufrir, soy mala.