Concibe un espacio
lo blanco píntalo negro
lo negro píntalo blancoescribe cielo en la parte superior
tierra en la parte inferiorpiensa un árbol
siente un viento
oye una ave
di “luz”entonces
agradece a dios
por legarte
sus poderes.
José Luis Cendejas
A lo largo de miles de millones de años, nuestro planeta ha cambiado de muchas maneras. Se han formado cadenas montañosas y cuerpos de agua, ríos y mares han variado de forma, incluso han desaparecido. Con el pasar del tiempo también se ha modificado la atmósfera, la temperatura y la corteza terrestre. Pero hay algo que ha permanecido inalterado todo este tiempo: el día y la noche. Desde que la tierra se formó el sol nunca ha dejado de salir y la noche siempre ha estado presente.
El surgimiento de la vida y la evolución de todas las especies del planeta se dio bajo la constante de ciclos de luz y oscuridad; es por esto que la fisiología de cualquier organismo está íntimamente ligada a ellos. Los microorganismos, las plantas, los animales y por supuesto los seres humanos, contamos con un reloj biológico que está controlado principalmente por señales de luz y oscuridad.
Los procesos naturales que ocurren las 24 horas del día en cada ser vivo se conocen como ciclos circadianos. Todos los organismos tenemos ritmos diarios o circadianos que funcionan dentro de cada una de nuestras células, tejidos, órganos y sistemas, regulando procesos biológicos al mismo tiempo que tienen influencia en el comportamiento y la actividad como la búsqueda de alimento, la migración y la interacción social.
Desde el apetito, la temperatura corporal y la producción de hormonas y neurotransmisores; hasta el funcionamiento del corazón, el sistema muscular, la respuesta al estrés y el sistema inmunitario dependen de estos sistemas circadianos. Nuestro ritmo circadiano también controla el envejecimiento mediante el reciclaje, la reparación y el reemplazo celular.
Durante la mayor parte de la existencia humana, nuestros antepasados se expusieron a la luz natural del día y a la oscuridad de la noche. Sin embargo, con la aparición de la luz eléctrica a finales del siglo XIX las noches dejaron de ser oscuras y el día comenzó a extenderse causando una alteración de los ciclos circadianos.
Con el pasar de los años, además de iluminar la noche, la tecnología y nuestro estilo de vida han cambiado. Ahora pasamos mucho más tiempo en interiores que el que pasaban nuestros abuelos y utilizamos aparatos luminosos continuamente. Actualmente los espacios interiores están cerrados, climatizados e iluminados con luz artificial aún durante el día. Estamos dentro del coche mucho tiempo, donde las ventanas alteran la luz natural; sumando el tiempo que pasamos en interior y disminuyendo el tiempo en el que nos exponemos a la luz natural.
La luz artificial y la luz filtrada por las ventanas es muy diferente a la del sol en su espectro y en su intensidad. A diferencia de la luz artificial que tiene una intensidad constante y carece de un espectro equilibrado y completo de colores, la luz del sol es dinámica, varía de intensidad y dirección durante el día y tiene un equilibrio de colores, que además van cambiando de tonos cálidos como el rojo y el naranja al amanecer y al atardecer con mayor abundancia de azul a medio día, pero siempre con la presencia continua de todos los colores.
Nuestra salud está siendo seriamente afectada por estos cambios fundacionales en las señales que rigen nuestra biología. Vivimos en un estado de disrupción circadiana que nos hace mucho más vulnerables a enfermedades.
Seguramente sabrás que la luz de las pantallas causa problemas para dormir, pero el problema va mucho más allá. Numerosos estudios comprueban que cuanto mayor sea la exposición a la luz por la noche, mayor será el riesgo de enfermedades como obesidad, enfermedad cardiovascular y cáncer de mama y próstata, de acuerdo al Dr. Martin Moore-Ede, experto en el tema.
Además de cuidar nuestra alimentación y ejercitarnos, para tener una buena salud es necesario por un lado, agregar a nuestra rutina diaria luz natural durante el día y por el otro, limitar la luz artificial durante la noche.
Necesitamos recuperar la sincronía con los ciclos naturales, salir al exterior para recibir las señales luminosas que requerimos para mantenernos saludables. Según estudios al respecto, al pasar 1 a 2 horas diariamente en exterior bajo la luz natural recibimos beneficios significativos de salud. Durante la noche podemos evitar o restringir el uso de pantallas o utilizar filtros adecuados, cambiar a focos con luz cálida, disminuir la intensidad de la iluminación en nuestros hogares, utilizando lámparas con pantallas difusoras o luces indirectas. Estos pequeños cambios nos benefician enormemente y nos conectan con los ritmos de la naturaleza a la cual no olvidemos que pertenecemos.
IG@lourdesmaldonadomartinez