Resiliencia, el arte de resurgir

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M.C.F. Claudia Hamdán Lozano

Maestria en Ciencias de la Familia

¿Cómo una persona puede sobrevivir a tanto, cómo puede darle ese giro a su vida y transformar todo ese dolor, humillación, injusticia, enojo y resurgir literal de las cenizas? 


Tim fue abandonado por su madre cuando tenía tan solo tres años de edad, lo dejó atado a un poste de electricidad. Su padre lo golpeó de una manera tan violenta a los cinco años que fue a dar al hospital y tardó dos años en salir. El resto de su infancia no fue más fácil; por el contrario, nadie de su familia quiso hacerse cargo de él y fue llevado a un orfanato. Estando ahí, nadie lo quiso adoptar y anduvo de casa de acogida en otra. Tim fue a dar a un hospital psiquiátrico por un “error administrativo”, estuvo en la cárcel para menores varias veces, fue un hijo de la calle, aprendió sus leyes y sobrevivió. ¿Qué sentirá un niño al ser rechazado, maltratado y violentado por sus padres, las personas más importantes para cualquier menor de edad? Una de sus motivaciones al sobrevivir era matar a su padre por lo que le había hecho. A sus escasos 12 años ya era todo un delincuente. A los trece años es violado por un hombre en Paris y a los catorce es prostituido en Mont-parnasse.

Esta vida de sufrimiento y maltrato siguió hasta sus 16 años cuando una jueza se preocupó verdaderamente por él y le consiguió un trabajo que consistía en aprender el oficio de escultor de gárgolas. Es aquí donde su vida toma un giro y empieza a experimentar que es tomado en cuenta y que puede hacer algo útil con su vida. Ese tutor le tuvo paciencia, le enseñó con amor y pasó de largo algunos malos comportamientos. Este tutor llegó a ser un padre para él. Después conoce a un cura que ayudaba a discapacitados y ahí encontró lo que podía ser su sentido de vida. Ahora es un hombre de provecho, se casó, tiene cuatro hijos y se dedica a cuidar a niñas y niños abandonados y maltratados. Fundó una asociación llamada Altruisme.

¿Cómo una persona puede sobrevivir a tanto, cómo puede darle ese giro a su vida y transformar todo ese dolor, humillación, injusticia, enojo y resurgir literal de las cenizas?

La cualidad que tienen algunas personas de superar toda clase de terribles dificultades se llama resiliencia.

Hay términos que se ponen de moda y que de repente todo el mundo los utiliza para describir personas o situaciones. Un ejemplo de esto es la palabra resiliencia. En la actualidad cada vez la escuchamos más, hay cursos, podcasts, talleres, etc. para fomentar la resiliencia en las personas. Pero ¿qué es la resiliencia, cuándo podemos decir que una persona es verdaderamente resiliente?

Resiliencia es un término que deriva del verbo en latín resilio, resilire, que significa “saltar hacia atrás, rebotar”. También en la física se entiende por la capacidad que tiene un objeto de volver a su forma original después de someterse a una fuerza externa que trata de deformarlo. Este concepto fue después adoptado por las ciencias sociales para aplicarlo a las personas que tienen la capacidad de enfrentar exitosamente el estrés, de superar eventos o circunstancias muy adversas y ser capaces de tener un desarrollo positivo, poderse adaptar después de un acontecimiento traumático o muy estresante. Se entiende como adaptación el poder crear, construir, crecer algo bueno con los recursos que tienes en ese momento, superando las carencias o dificultades.


Podemos estar de acuerdo que lo peor que nos puede pasar como seres humanos es sentirnos amenazados en nuestra vida, ya sea en la parte física o en la emocional. ¿Por qué hay personas que después de grandes sufrimientos salen adelante y hacen algo de bien con su vida? ¿Por qué otras se quedan atrapados en ese episodio y no pueden resurgir o salen adelante pero con amargura y resentimiento? La resiliencia no es una cualidad en sí misma como la paciencia o la creatividad, sino que requiere otros aspectos que la constituyen. No es algo innato. Si bien es cierto que el carácter y el temperamento ayudan, la resiliencia es algo que se desarrolla. Es el arte de navegar a través de las tormentas de la vida. La persona que sufre atraviesa lugares a los que hubiera preferido no ir, sin embargo, como el trauma que sufre le ocasiona heridas y sufrimientos, debe recurrir a sus recursos internos que la mayoría de las veces ni estaba consciente de que los tenía. Deberá pelear la batalla de la vida para no caer derrotado ante el trauma y encontrar en el camino una mirada o una mano amiga que le ayude y le ofrezca algún recurso externo que le facilite salir adelante.

La resiliencia no es una cualidad en sí misma como la paciencia o la creatividad, sino que requiere otros aspectos que la constituyen. No es algo innato.

Los recursos internos que mencioné anteriormente normalmente se adquieren con facilidad en la primera infancia y hacen que la persona experimente confianza y seguridad en sí misma al descubrir estas fortalezas. Si por alguna razón la persona que sufre el trauma no cuenta con esos recursos internos, los puede adquirir o desarrollar, solo que más lentamente. Aquí radica la importancia de la formación de los hijos en las edades tempranas, una verdadera formación del carácter y de la voluntad en la que desde pequeños experimenten la satisfacción de los pequeños logros, de luchar por lo que quieren, de sentirse útiles y valiosos, de las pequeñas frustraciones de la vida. Por lo tanto podemos decir que la resiliencia es un proceso, un camino que hay que recorrer. El pasado vivido no se niega, se asume y se reconoce que aún de caminos torcidos, surgen grandes y valiosas experiencias.

Cuando una persona ha sufrido un trauma, afecta mucho la manera en cómo el afectado interioriza lo sucedido. Por ejemplo si culturalmente es algo vergonzoso (violación) o algo catalogado hasta como heroico (ir a la guerra). La cultura y las personas más próximas pueden ayudar a que el afectado interiorice lo sucedido de mejor o peor manera. Una persona resiliente es aquella que al estar al borde de las peores circunstancias encuentra la motivación interna para dar lo mejor de sí misma, enfrenta los retos y sigue adelante con la convicción interna que vale la pena continuar.

Muchas personas pensarían que alguien como Tim está condenado a repetir los mismo patrones, a ser un hombre violento, quizá hasta un asesino. Pero él mismo dice que “la mejor manera de ir en contra del destino es ir al encuentro de los demás; porque te dan ilusiones y te enseñan que la vida tiene otro paisaje.” Es darte cuenta que todos cometemos errores y que siempre hay una oportunidad para pedir perdón e intentar hacer las cosas de mejor manera. Se necesita de alguien que crea y confíe, en que puedes hacer las cosas bien, que eres capaz y digno de amor y de valía. Esto es clave en un proceso de resiliencia, contar con una persona significativa que crea y que te vea. Todas las personas que han superado algún tipo de trauma o de sufrimiento, pueden reconocer que nadie se ha levantado solo. Siempre hay personas, esos “ángeles” en el camino que ayudan a otros a levantarse, que dan ánimos, palabras de consuelo que ayudan a dar esperanza, personas que uno quiere y que nos hacen sentir amados. Siempre en un proceso de resiliencia es necesaria la motivación interna que impulse a seguir, que dé las razones internas para continuar. Se necesita ver y experimentar que siempre hay la posibilidad de hacer las cosas diferentes.

Si pudiéramos resumir los constituyentes de la resiliencia diría que son tres: los recursos internos de la persona (temperamento, atributos psicológicos, sentido de sí mismo, inteligencia, capacidad de adaptación, control, compromiso, etc.), la significación cultural y filosófica (significado en la historia personal y contexto familiar, roles y relaciones sociales, creencias personales, convicciones internas) y el apoyo social (afectos, red de apoyo, personas significativas).

La resiliencia implica un cambio de perspectiva, una nueva manera de ver las cosas; es estar convencidos de que el futuro no es un regalo sino una conquista.

Para activar la resiliencia es necesario hacer un buen uso del olvido y de la memoria, seleccionar lo que olvidamos (lo más doloroso que nos impide reconstruir) y seleccionar con nuestra memoria lo que nos permite aprender y avanzar. Recordar es necesario para entender el pasado y no volver a reproducirlo. El recuerdo resiliente justo es transformar el pasado, hacer algo con él, sublimarlo. Ya decía Nelson Mandela: “Recordar lo terrible del pasado para poder dominarlo, perdonar cuando haga falta pero nunca olvidar”.

En conclusión la resiliencia no es una característica de la persona sino que incluye conductas, maneras de pensar, de reaccionar y de actuar que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona en cualquier momento de la vida. La resiliencia implica un cambio de perspectiva, una nueva manera de ver las cosas; es estar convencidos de que el futuro no es un regalo sino una conquista. La resiliencia abre paso a la creatividad porque estimula la pasión por lo que sí es posible, por la convicción de que la vida puede ser de otra manera.

Tim Guénard es un testimonio viviente de que el pasado no es forzosamente el destino. Las situaciones adversas se pueden superar, se puede aprender de ellas y salir fortalecido. Y como él dice; “el hombre es libre de alterar su destino”. Tú puedes elegir hoy ser mejor que ayer, hoy puedes elegir vivir de otro modo y hacer algo positivo con tu vida, hoy puedes hacer algo bueno por los demás, hoy puedes encontar un sentido a tu historia, hoy puedes elegir ser feliz.