¿Tienes idea de cuantas cosas te suceden porque crees en ellas?
En otras palabras, ¿sabes cuantas experiencias vives debido a que son producto de lo que hay sembrado en tu mente? Aquello que ves es lo que te enseñaron a creer…
Ciertamente esta declaración resulta fuerte y directa, y quizá dudes a pesar de haberlo escuchado muchas veces. Sin embargo existe una explicación veraz, científica, la cual respalda dicha información.
Nuestras creencias fueron instaladas en nuestras mentes durante la primera infancia, son las normas que rigen la vida de las personas y son transmitidas de generación en generación. Son los padres y los adultos durante los primeros años, después los maestros, la sociedad y la localización geográfica son las que influyen profundamente en el desarrollo de los niños. Con el tiempo comenzamos a percibir y a interpretar el mundo a través de la información almacenada. Digamos que notamos en nuestro alrededor solamente lo que conocemos o aprendimos a notar, pues es donde se posa nuestra atención.
Nuestras creencias son afirmaciones que definen nuestra manera de pensar y por lo tanto de sentir. Las podemos utilizar como herramientas en favor nuestro siempre y cuando hayamos hecho una revisión exhaustiva para eliminar aquellas menos favorables. Y es que afirmamos muchísimas cosas negativas constantemente creando experiencias nocivas a pesar de estar conscientes de ello, pues no resulta sencillo renunciar a tal hábito.
Para fortuna nuestra existe información que puede ayudarnos a reflexionar y comprender el uso adecuado de las afirmaciones y así, transformar nuestras creencias limitantes y nuestros patrones de pensamientos negativos. Mejorar y aumentar nuestra calidad de vida depende de la comprensión y el uso que le damos a la mente.
Si deseamos cambiar nuestras vidas, debemos de transformar nuestra forma de pensar, de hablar y de actuar. Ampliar el marco de referencia que nos mantiene limitados en ciertos aspectos de la vida. Elegir cuidadosa y conscientemente nuestros pensamientos y nuestras palabras y afirmar sólo aquello que nos es de utilidad. Esta actitud nos ayuda a conseguir lo que deseamos. En realidad cada vez que hablamos en positivo y expresamos nuestros deseos le estamos comunicando a nuestro subconsciente que somos responsables de nosotros, de nuestra vida y de cada logro que nos apuntamos.
Echémosle un vistazo a lo siguiente: “¡El mundo es un lugar peligroso! ¡Las personas son egoístas! Mi trabajo es cansado y aburrido. ¡Odio este tráfico! ¡Cada día estoy más gorda! ¡Hace demasiado calor y no puedo pensar correctamente!” Son afirmaciones con altas dosis de negatividad y este tipo de patrón de pensamientos da pie a generar sentimientos de desagrado, enojo e ira los cuales afectarán nuestra experiencia diaria.
En cambio: “¡Hoy es un nuevo día! ¡Hoy es un día perfecto! ¡Soy el creador de mi propia experiencia! Mi mente está abierta a conocer o aprender algo nuevo”. Todas estas son afirmaciones positivas y tú puedes afirmar lo que desees.
Quiero presentarte al SAR (Sistema de Activación Reticular) o Filtro Articular. Existe una zona en nuestro cerebro que regula nuestro estado de vigilia y las oscilaciones diurnas y nocturnas. Además, esta parte es responsable de lo que llega a nuestro consciente. Nuestro cerebro recibe información de todo lo que nos sucede, de todo lo vemos y pensamos. En realidad es una cantidad enorme de información y si no contáramos con este filtro, es decir, si no contáramos con el sistema de activación reticular,
nos volveríamos locos.
El SAR decide cuál información es útil para cada quien, volviéndola visible a nuestro consciente. Mientras más información y afirmaciones positivas, más enfoque, así cada persona ve lo que su SAR le permite. Es por eso que debemos aprender a seleccionar en qué cosas enfocarnos, aprender que podemos elegir nuestros propios pensamientos y hacer afirmaciones que resulten positivas.