Un fenómeno que he venido observando desde Marzo de este año, es que cada vez más a menudo, la frecuencia cardiaca en reposo de los pacientes que veo en mi consultorio de niños desde los 3 a 4 años, está aumentando.
Si bien es cierto que la fiebre, las enfermedades o el estrés de la visita al pediatra son factores que aumentan los latidos cardiacos, este fenómeno está ocurriendo aún en aquellos niños ya conocidos con los que hay más familiaridad y que usualmente disfrutan mucho la visita conmigo.
En una noche más de insomnio en donde hay muchas cosas qué pensar y hacer, me encontré un artículo en STAT (sitio electrónico de noticias sobre temas de salud y farmacéutica, muy prestigiado) de Jason Khan, dueño de una compañía de software llamada Mightier (más fuerte), que se dedica a desarrollar programas para padres y hospitales que buscan mejorar en los niños las habilidades de regulación emocional, resiliencia, tolerancia a la frustración y concientización. Básicamente, son videojuegos con niveles cada vez más complejos, pero para acceder al siguiente reto, primero deben aprender a normalizar su respiración y frecuencia cardiaca. Si están demasiado excitados con taquicardia (hay sensores que miden estos parámetros) no pueden continuar hasta que haya una autorregulación (se relajen, tomen un respiro). Muchos hospitales en nuestro vecino del Norte usan estos programas como parte de su tratamiento integral de muchas enfermedades físicas y mentales.
Los datos de 17,000 niños que han usado esta “app” de Julio de 2019 a Julio de 2020 demuestran un incremento de 90 pulsaciones por minuto el año pasado a 92 en los últimos datos. Parecería que dos latidos cada 60 segundos no son nada, pero es un resultado con significancia estadística. Son 2,000 latidos de esfuerzo cardiaco más por día, y lo preocupante del asunto es que el origen se encuentra en el estrés por esta pandemia. En la población adulta, una frecuencia cardiaca más elevada en reposo de los rangos normales es siempre anormal y predice problemas en el futuro cercano. El exceso de cortisol y adrenalina, sustancias que se liberan durante situaciones de peligro o estrés de cualquier tipo, son las responsables de estas reacciones físicas, que tienen consecuencias a corto, mediano y largo plazo importantes en la población pediátrica. Se predice que habrá secuelas muy importantes de los problemas emocionales (depresión, ira, tristeza, poco sueño, ansiedad, miedo, menos alegría de vivir como fruto de la pandemia) en los años por venir, no sólo en el aspecto emocional, académico y de relaciones humanas sino también en el ámbito físico, pues muchos estudios previos demuestran que los factores mentales adversos en los primeros años afectan el desarrollo cerebral y aumentan las posibilidades de asma, diabetes, enfermedades mentales, cardiacas, cáncer, Alzheimer y muchas otras. Incluso, se conocen cambios genéticos por estos eventos que pueden transmitirse a futuras generaciones.
Tenemos que hacer un esfuerzo extra para escuchar, de corazón a corazón, a nuestros hijos. Hay que preguntarles cómo se sienten, abrazarlos, platicar con ellos abiertamente sobre sus miedos y ansiedades, dedicar tiempo para pasear, reír, hacer ejercicio.
La solución no es sencilla, ya que los papás también estamos viviendo una época sumamente difícil desde todos los puntos de vista. Pero tenemos que hacer un esfuerzo extra para escuchar, de corazón a corazón, a nuestros hijos. Hay que preguntarles cómo se sienten, abrazarlos, platicar con ellos abiertamente sobre sus miedos y ansiedades, dedicar tiempo para pasear, reír (sí, es un maravilloso tratamiento aunque sea difícil por la situación), hacer ejercicio, una fogata, ver las estrellas, y finalmente, sincerarnos mutuamente, pues el que nos escuchen también es parte de la solución. En casos en donde las cosas no se vean bien, hay que buscar ayuda profesional rápidamente. En raras ocasiones, sobre todo en los últimos años de primaria y en la adolescencia, incluso hay que usar medicamentos para evitar problemas mayores: a la dosis e indicación correcta, son de gran ayuda.
El deber del pediatra en estos tiempos no es sólo interrogar sobre la salud física sino todo el entorno familiar, incluyendo desde luego la economía y el estado emocional de todos los integrantes. Te voy a contar, sin nombres, lo que varias veces ha ocurrido cuando detecto una frecuencia anormalmente alta en mis pacientes sin razón alguna. Terminamos la exploración y nos sentamos. Comento: “Juanito, tienes una gripa muy leve y vamos a darte medicina para ello. Pero me preocupa que siento tu corazón latiendo más fuerte de lo normal. ¿Hay algo que tu corazón o tu mente quieran decir? ¿Cómo te sientes? Las respuestas son muy reveladoras de las angustias y preocupaciones, pues salen muchas cosas que los queridos niños ocultan. Más de una vez, los papás, el paciente y un servidor derramamos lágrimas con lo que ahí se expresa. ¿Saben? Las lágrimas han sido un elíxir de paz y serenidad y un antídoto espiritual contra este tiempo tan complicado.