Mente, cuerpo y emociones, imposible separarlos

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María Guadalupe Domenzain

Química / Inflammation Research Foundation Certified Health Care Practitioner

Hace muchos años se creía que no había una relación entre tu cuerpo, tu mente y tus emociones, y que, si enfermabas simplemente se debía a tus genes y a veces hasta tu mala suerte.

De hecho, durante mucho tiempo, asumí esta verdad, y llegué a considerar que, si alguien se alimentaba correctamente, hacía ejercicio regular y tomaba Omega 3, prácticamente tenía asegurada su calidad de vida para siempre.

Esta creencia, pronto empezó a desmitificarse en muchas personas que venían a mi consulta, incluso, en mi propia experiencia personal.

Es cierto que nosotros tenemos cierta información genética guardada en nuestra historia familiar, y que según el estilo de vida que adoptemos podremos permitir que se exprese o no. Sin embargo, hoy se ha avanzado muchísimo en la investigación de la “Epigenética” (significa por encima de la genética), y en el campo de la “Psiconeuroinmunoendocrinología”, además de muchas otras corrientes, que nos dejan entender el origen de nuestras enfermedades.

En sí, la Epigenética nos enseña que es posible controlar nuestros genes desde el exterior de la célula; es decir, es el estudio de los cambios de la función genética que se producen sin un cambio en la secuencia del DNA.

Imagínense que somos un tipo de arbolito de Navidad, cuyos focos (o genes) se están encendiendo y apagando (activando y desactivando) constantemente, dependiendo de ciertos estímulos que pueden ser controlados por nosotros mismos.


Hoy se sabe, que solo el 5 % de las enfermedades actuales proceden de trastornos monogenéticos, y que el 95 % de ellas están relacionadas con el estilo de vida, el estrés crónico y factores tóxicos ambientales. (Bruce Lipton, 2009) .

Sin embargo, si profundizamos un poco más, puede haber 2 personas que estén sometidas a las mismas condiciones y que una enferme y la otra no…por lo tanto, había algo más que determinaba la causa del problema.

Una forma fácil de entenderlo es que nuestro cuerpo se comunica a través de substancias químicas, Joe Dispenza lo explica así: Cuando la información sensorial llega al cerebro y es procesada, se crean redes neuronales específicas. Cuando éstas se conectan, el cerebro libera unas sustancias químicas que nosotros llamamos “emoción”. Cuando estas emociones inundan el cuerpo de sustancias químicas, detectas un cambio interior y lo asocias a lo que viviste.

Pensemos en el caso de una experiencia dolorosa en la que te sentiste traicionado, en ese momento liberaste ciertos neuroquímicos: neuropéptidos y neurotransmisores, y cada vez que recuerdes la experiencia, vuelves a producir la misma química en el cerebro, y así una y otra vez mientras sigas con la herida sin sanar.

Estos neuroquímicos producidos como resultado de nuestras experiencias, por los pensamientos y emociones que provocaron, son capaces de activar a nuestros genes. Si vivimos siempre en el mismo estado tóxico de ira, depresión, ansiedad o en estado desmoralizador de baja autoestima, estas señales químicas repetitivas presionan los mismos botones genéticos que activan ciertas enfermedades. Y la peor parte es que desarrollamos una auténtica adicción a los químicos que solemos producir, de tal manera que seguimos recreando los mismos escenarios para poder producir más de ellos.

De la misma forma, cuando estamos estresados liberamos a las hormonas del estrés (cortisol) que influye directamente en la elevación de adrenalina, noradrenalina y otras catecolaminas; y en la reducción de serotonina y dopamina (hormonas de la satisfacción, relajación y bienestar).

Además, el cortisol elevado como respuesta al estrés, deprime nuestra respuesta inmunológica, y aumenta los niveles de inflamación celular; dos de las principales defensas que tiene nuestro cuerpo para evitar las infecciones por virus y bacterias, y la reparación de tejidos después de una lesión.

Adicionalmente, hoy se conocen las rutas metabólicas a través de las cuales una célula normal puede convertirse en una célula cancerosa, y los mecanismos a través de los cuales los leucotrienos de la Serie 4, forman los vasitos sanguíneos para permitir que los tumores sigan creciendo.

En fin, podría escribir mucho más sobre la manera en que nuestra mente y nuestras emociones están relacionadas con la salud de nuestro cuerpo, pero más allá de entender que es algo real, me gustaría compartir con ustedes algunas ideas sobre qué podemos hacer para evitarlo.

Para empezar, creo que es muy liberador el saber que si nuestros pensamientos asociados a emociones y sentimientos pueden detonar el desarrollo de enfermedades, de la misma manera podríamos evitarlas si aprendemos a estar en paz y a usar bien nuestra mente.

Afortunadamente cada vez hay mas caminos para lograr alcanzar estados del Ser superiores, en los que se puede vivir la misma realidad, con mucha más calidad. Se superan enfermedades, se sanan heridas, se despierta la creatividad, y se encuentra la abundancia, etc…

Afortunadamente cada vez hay mas caminos para lograr alcanzar estados del Ser superiores, en los que se puede vivir la misma realidad, con mucha más calidad.

Entre estas rutas que algunas personas que ya recorrieron, y que generosamente nos comparten, les mencionaré las que en mi experiencia personal me han ayudado en este despertar de la consciencia. Por orden cronológico primero descubrí el Zhineng Qigong que traté con detalle el artículo pasado. Son ejercicios con el cuerpo y con la mente que te ayudan a despertar la sabiduría de tu cuerpo, mente y emociones.

Después llegó el HO OPONOPONO, que me enseñó como borrar las memorias instaladas en nuestra mente subconsciente, y aprendí que no hay separación, todos compartimos la misma esencia.
Al mismo tiempo aprendí a conocer el Poder del Ahora de Eckart Tolle, y como lograr vivir en el presente, además de descubrir el propósito de nuestra vida en “Una Nueva Tierra”.

Profundicé en las teorías de Joe Dispenza, quien a través de su propia experiencia logró salir delante de un accidente en su juventud, y a partir de ahí estudió al cerebro, sus conexiones y toda la bioquímica involucrada, hasta desarrollar ciertas técnicas basadas en la meditación que te permiten alcanzar nuevos estados de conciencia. Aprendí la valiosa “Auto observación” con Claudia Padilla y la “Auto indagación” con Enric Corbera.

Por último, aprendí a activar la Glándula Pineal a través del mismo Joe Dispenza y de las teorías de Fresia Castro, con todos los beneficios que esto pueda traer a nuestra vida.

Estoy segura de que existen muchos más caminos, y que todos nos llevan al mismo lugar… mi invitación es a que exploren, que tengan la certeza que sí podemos hacer cambios en nuestra salud, a pesar de nuestra genética y nuestras circunstancias.