A la persona molesta aprovéchala… te puede ayudar a crecer.

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Lorena Villarreal

Conferencista, terapeuta, y autora del libro Trascender para Ascender – Un camino hacia el amor.

Todos tenemos a nuestro alrededor a esa persona molesta con la que tanto nos desesperamos. La que decimos que nos roba nuestra energía.


La verdad es que nadie te roba nada. Eres tú quien la pierde cuando estás con esa persona, porque no has desarrollado la capacidad de manejarla con sabiduría y comprenderla.

A esa persona se le llama Entrenador, y es alguien muy valioso en tu vida. Sin que tú lo sepas, te ayuda diariamente a irte fortaleciendo. De tan molesto que es, te lleva a ti a ir desarrollando virtudes como la tolerancia, la paciencia y el respeto. De alguna manera te obliga a crecer.

Todos tenemos alguno de esos a nuestro alrededor, o varios. Pero no están en nuestra vida por casualidad ni por mala suerte. Dios nos intercala para que aprendamos a convivir con seres con distintas características y distintos niveles de desarrollo, con la intensión de que nos ayudemos mutuamente a crecer.

Tú le ayudas al otro y el otro te ayuda a ti. Es perfecto como todo lo que es diseñado desde la Divinidad.

No le saques la vuelta a esa persona molesta. Mejor aprovéchala. Considérala como si hubieras contratado al mejor de los entrenadores en exclusiva. Hasta lo puedes agradecer.

Pero ten mucho cuidado de no ser tú la persona molesta de los demás. Es muy probable que sin darnos cuenta seamos nosotros los incomodos del otro. Propónte dejar ese nivel de ignorancia y avanzar a uno superior.

Vigila que tu comportamiento no moleste a los demás. No seas al que tratan de evitar. Sé amable, sé respetuoso, sé agradecido, sé agradable. Deja la terquedad. Deja de tratar de tener la razón.

Trabaja en ti para que los demás busquen tu compañía. Pero también trabaja en ti para que el molesto deje de molestarte.

Si a ti el otro te molesta, el problema no es del otro sino tuyo que no has desarrollado la capacidad de aceptarlo. No aceptas lo que es diferente a ti.

Desde el amor se puede respetar y aceptar las diferencias. Se puede comprender que cada quien hace lo mejor que puede con lo que tiene, y que a nadie le gusta ser la persona molesta de los demás. No es intencional serlo.

Busca no ser tú el molesto, pero trabaja en ti para que lo aceptes. No pierdas tu paz ni tu energía ante él.

Ser respetuoso y aceptar a las personas amables no tiene ningún mérito. Querer a tus amigas o amigos simpáticos y divertidos no es difícil. Es facilísimo. Para ello, no necesitas ningún desarrollo espiritual.

Aceptar y respetar al difícil, al violento, al grocero cuesta más trabajo. Ese sí es todo un reto. Para ello necesitarás herramientas de amor.

Sin embargo, ese que te confronta es el que te lleva más lejos. Es el que te obliga a crecer. Tú no te desarrollas por los lindos y los simpáticos, sino por los difíciles y groceros. Sin que te des cuenta te ves en la necesidad de desarrollar habilidades para lograr la convivencia.

Es gracias a la convivencia con los demás que vamos aprendiendo. Sin ellos no se daría la evolución. En lugar de sacarle la vuelta y entrar en conflicto con el entrenador, aprende a aceptarlo. Trabaja en ti para hacer que te guste el que no te gusta.

Normalmente le sacamos la vuelta a la persona molesta. La evitamos. Pero no nos damos cuenta que al evitarla, estamos evitando también el aprendizaje. Mejor aprovéchala.

Nadie puede aprender por otro… y nadie puede aprender sin el otro.

¿Cómo hago para que deje de molestarme quien me molesta?

Resalta lo bueno que tiene. Aunque tenga mucho de malo, seguramente también tiene mucho de bueno. Valora eso bueno que tiene.

Y también sé generoso. A nadie le gusta ser la persona molesta de los demás. Si lo somos es que no hemos aprendido a evitarlo. Todavía no sabemos cómo.

La persona molesta suele ser la de los miedos mas grandes. La que tiene esas heridas que no ha logrado hacer que dejen de sangrar, y se ve en la necesidad de ocultarlas detrás de ese comportamiento tan desagradable.

Sé amable con el otro. Apóyalo. Y agradece el servicio que te da, ya que por él creces.