Sobreprotección en el desarrollo emocional de los niños y las niñas
“Proteger es desproteger”. Es una frase que escuchamos mucho pero no la aplicamos. Vivimos en una sociedad donde se premia mucho hacer “todo” por los niños y las niñas, como si eso fuera nuestra calificación.
Sin embargo, actuar así tiene dos consecuencias: privarles de la oportunidad de aprender y transmitirles un mensaje negativo sobre su propia capacidad. Algo así como decirles “tú no puedes, lo hago mejor yo”. Cuando adoptamos estas conductas generamos sentimientos de dudas en los niños y las niñas sobre su valía y su capacidad, contribuimos a elevar su inseguridad.
Esa inseguridad los motiva a pedir ayuda ante el mínimo reto que se les presenta, nosotros (padres y madres) reaccionamos desde nuestro infinito amor brindando el apoyo que requieren logrando seguir dentro del círculo de sobreprotección.
Resolver las dificultades por ellos, eliminando los obstáculos que van encontrando en su día a día, los lleva hacia un camino de desconfianza en sus vidas.
Lamentablemente, no hemos logrado dimensionar el daño que provocamos en nuestros hijos e hijas cuando hacemos las tareas para las que ya están preparados. Impulsados, tal vez, por nuestro profundo amor, no dudamos en asumir sus propias responsabilidades sin darnos cuenta de que estamos fomentando su inseguridad. No logramos ver que esto conduce a alimentar su miedo, indecisión, timidez, falta de autonomía y de confianza, a debilitar sus habilidades para las relaciones entre pares. La sobreprotección puede llevar a los niños y las niñas a creerse incapaces de asumir sus propias responsabilidades, a una pérdida de confianza, a generar sentimientos de miedo ante nuevos retos como resultado de su baja percepción, a sentirse o definirse como incapaces, a disminuir su tolerancia a la frustración y a elevar su grado de dependencia. En suma, a estimular el desarrollo de niños y niñas con problemas de autoestima y auto concepto.
Sin embargo, educar a nuestros hijos e hijas desde el principio de la responsabilidad nos sitúa en la no siempre fácil posición de “luchar contra corriente”. En un mundo globalizado como el actual, la vida cotidiana está llena de detalles que transmiten a los niños y las niñas mensajes sobre las ventajas de la comodidad. De lograr las cosas “aquí y ahora” sin mucho esfuerzo. Con un solo clic llega el pedido a la puerta de tu casa. Si vas a un baño público se activa todo un mecanismo para hacernos la vida más fácil; el agua descarga sola en el WC, los sensores activan la salida de jabón sólo pasando la mano bajo la llave, el papel reacciona ante otro sensor… no es necesario hacer nada. Sólo estar ahí. La vida en un contexto así nos plantea nuevos retos para la reflexión sobre cómo educar a nuestros hijos e hijas, e indudablemente un buen punto de partida para dar forma a este nuevo camino es tomar conciencia respecto del perjuicio que les generamos cuando pensamos por ellos, tomamos decisiones por ellos y actuamos por ellos para resolver sus problemas. Es decir, cuando vivimos por ellos. Los niños y las niñas necesitan aprender a resolver sus dificultades, y nuestra mejor y mayor ayuda –como papás, mamás y adultos de referencia– es depositar en ellos la confianza que tenemos en sus capacidades y criterios, impulsándolos a realizar las actividades para las que ya están preparados.
Encontrar un balance entre protección y sobreprotección puede ser complicado. Es difícil saber cuándo debemos intervenir y cuándo debemos dejar espacio al aprendizaje del error. Sin embargo, es fundamental que evitemos ser un “padre (madre) helicóptero”. Un padre, o madre, que está constantemente sobrevolando alrededor del niño o la niña, invadiendo su espacio vital con comportamientos y actitudes de crianza caracterizados por la sobreprotección (excesiva, en ocasiones) que impiden su libre crecimiento y la toma de decisiones desde etapas tempranas. Esta educación perjudica, daña, coarta. Cambiemos al “padre (madre) helicóptero” por el que brinda las hélices para que nuestros hijos e hijas logren volar por sí mismos.