¿Conozco y cuido mi vida emocional?

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Emilia Sánchez Salama

Psicoterapeuta

Los seres humanos somos capaces de experimentar diversas emociones, algunas de ellas nos agrada vivir y otras no.

Existen diversas opiniones respecto a cuáles son las emociones básicas que experimentamos los seres humanos, pero la mayoría de los expertos coinciden en que son; alegría, ira, tristeza, asco, miedo y sorpresa.

Hay otros autores que incluyen al amor. Una emoción, dice la Real Academia Española (RAE) es; una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Etimológicamente, emoción proviene del latín Emotio, que significa algo así como movernos desde un sitio. Es decir, desde los romanos, había ya la noción de que las emociones nos mueven. Nos sacan de un lugar y nos hacen reaccionar de cierta manera.

La genética desempeña un papel importante en qué tan propensos somos a experimentar ciertas emociones más que otras. Un estudio, realizado a gemelos por la Saint Louis University School of Public Health, de Estados Unidos, y dirigido por el profesor James Romeis; señala que la genética y herencia de nuestros progenitores es responsable en un 33 % de cómo nos sentimos físicamente a lo largo de nuestra vida, y en un 36% de nuestro estado emocional y mental durante nuestra vida. De tal manera que si en una familia, uno o ambos padres son propensos a que la emoción más experimentada sea la ansiedad en niveles elevados, existe una importante probabilidad de que alguno o todos los hijos también lo hagan. Igual si hay propensión a la depresión, ira, alegría, etc. No estamos hablando de una ley del ciento por ciento de probabilidad; pero si de una alta probabilidad. Por eso la importancia de conocer y observar a conciencia cuales son las emociones más comunes en nuestros padres y abuelos. Tener esa información facilita aprender a identificar nuestras propias emociones y aprender a gestionarlas de la manera más saludable posible.

También el entorno tiene un impacto en la salud emocional de cada persona. Tanto los cambios deseados como los no deseados nos llevan a experimentar un coctel diverso de emociones. Estos cambios del medio ambiente incluyen eventos como ser despedido del trabajo, la muerte de un ser querido, casarse, divorciarse, atravesar por una enfermedad, tener un hijo que se va de casa, conseguir un ascenso laboral, problemas económicos, mudarse de casa o ciudad, tener un bebé, entre otros. Es importante saber que los cambios en nuestro estilo de vida producen emociones que hay que identificar para aprender a atravesarlas sin que se acumulen residuos de emociones no reconocidas y contaminen nuestro estado actual; llevándonos a actuar de maneras poco asertivas.

Por otro lado, los terapeutas cognitivo conductuales Aaron T Beck y David Burns hablan de cómo nuestros pensamientos tienen un impacto directo en nuestra manera de sentir. Basaron parte de sus teorías en el filósofo griego Epícteto, que decía que no eran los eventos que acontecen los que perturban al ser humano, si no las interpretaciones que se hacen de esos sucesos. Ellos se daban cuenta que las personas experimentaban distintas emociones ante eventos similares, y además de la genética, estas personas habían vivido experiencias de vida, culturales, familiares, etc. que generaban distintas formas de interpretar un mismo evento y eso generaba diferentes formas de sentir.

Supongamos que cuatro personas están en una sala de espera, aguardando a que los atienda un médico. Uno de ellos se dice a sí mismo: “No es posible que no me reciban, es una falta de respeto, ¿quién se cree el doctor?, ¿cómo hace esperar así?, no debí venir”. Los psicólogos observaban que quien interpreta así la vivencia, experimenta niveles altos de ira. Veían que otro se decía a sí mismo: “¿Y si le paso algo al doctor?, ¿y si lo asaltaron?, ¿ y si no va a venir?, ¿y si no salgo a buena hora y obscurece y luego cuando salga me accidento por que no traje mis lentes?”. Y veían que quien usualmente interpreta así los sucesos, tiende más a la ansiedad. Y por ejemplo un tercero decía: “De seguro esto solamente me pasa a mí, a mí nadie me toma en serio, seguramente eso no le sucede a mis amigos”. Y se daban cuenta que ese sujeto sentía mucha tristeza y baja autoestima. Y llamaba la atención que luego había un cuarto que decía, “bueno es incómodo que me hagan esperar, ahora que me atienda el médico le preguntaré qué pasó y si es necesario le haré saber que no me agrada esperar tanto, que si es común que tenga un tiempo de espera tan largo, y ya decidiré si regreso o no”, y esa persona estaba incomoda y molesta, más no sentía ira, ansiedad o significativa tristeza.

Ellos se dieron cuenta de que la manera en que interpretamos las cosas genera distintas emociones y por lo tanto, si los pensamientos están distorsionados, las emociones serán desproporcionadas a la situación. Idearon el enfoque terapéutico cognitivo-conductual para identificar los pensamientos automáticos que pasan por nuestra mente, detectar si están distorsionadas esas interpretaciones, y aprender a retar o debatir esos pensamientos y encontrar pensamientos alternativos más funcionales. De manera que en vez de sentir furia en la sala de espera, sientas molestia, en vez de sentir angustia, sientas incomodad o preocupación.

TEST

Podemos reflexionar sobre las siguientes preguntas para saber si conocemos y cuidamos nuestra vida emocional y en qué áreas podríamos mejorar.

  1. ¿Trato de actuar como si las emociones no existieran perdiendo así información valiosa sobre mi estado actual?
  2. ¿Procuro escucharme y hacer equipo entre mi mente racional y emocional para prevenir comportamientos no adaptativos, poco satisfactorios o incluso reacciones violentas?
  3. ¿Se reconocer y definir mis emociones y darles el nombre adecuado o me limito a decir estoy “bien” o “mal”?
  4. ¿Intento traducir el mensaje de mis emociones, creando un espacio para escuchar mi mundo interno?
  5. ¿Censuro algunas de mis emociones por considerarlas “malas” como la ira y la tristeza o la ansiedad o por no saber qué hacer cuando las experimento?
  6. ¿Tengo opciones para canalizar mis emociones de forma constructiva como técnicas de respiración, practicar algún deporte, cantar, crear, pintar, escribir, ir a terapia, hacer yoga, para poder expulsar la carga de tensión de la emoción sin herir a nadie?
  7. ¿De qué me doy cuenta con estas preguntas sobre mi higiene emocional?

Es importante saber que los cambios en nuestro estilo de vida producen emociones que hay que identificar para aprender a atravesarlas sin que se acumulen residuos de emociones no reconocidas y contaminen nuestro estado actual; llevándonos a actuar de maneras poco asertivas.

Los invito a asumir la responsabilidad de dedicar un espacio del día para nuestra limpieza emocional o de lo contrario acumulamos y lanzamos al mundo nuestra frustración emocional en forma de juicios, victimización, conducta violenta, quejas constantes y lamentos por no darnos espacio para procesar las emociones. En cambio si nos damos ese tiempo de voltearnos a ver, de reconocer nuestra vida emocional, tendremos más posibilidades de ir encontrando opciones para canalizarlas sin lastimar. Nos lleva a hacernos cargo de nuestras emociones y de cómo liberar la tensión que nos generan, propiciando un espacio interno y externo de mayor fluidez y salud. No perfecto, ya que eso no existe, pero si más cuidado y lleno de herramientas para transitar de la mejor manera posible esa combinación de genética, medio ambiente, conductas e interpretaciones de la realidad que impactan nuestro mundo emocional.