En mi experiencia como psicólogo clínico y terapeuta, he observado que la gratitud hace que las personas sean más felices, al contrario de la queja y sentimiento de carencia, que forma personas infelices y desdichadas.
No nos han enseñado a cultivar la gratitud, nos han enseñado en la mayoría de las religiones y filosofías, a pedir, a sentir carencia, y convertirnos en personas que demandan y piden, solicitando cosas a la vida, a un Dios fuera de nosotros, a las personas con quien construimos vínculos, pedir atención, pedir amor, pedir cariño, pedir, pedir, pedir… Y eso hace que tu sentimiento sea por lejos un sentimiento de carencia. No de agradecimiento.
La gratitud se basa en sentirte bendecido. Es centrarte en todo lo que sí tienes, lo que has conseguido, poner tu atención en las bendiciones que la vida te brindó, es ver lo que no veías, es agradecer eso que dabas por obvio. Nada es obvio. Una mente agradecida ve todo como un regalo, un corazón agradecido recibe los acontecimientos de la vida con agradecimiento, incluso los desafíos que se presentan inesperadamente. Porque nuestra percepción es todo. Nuestro cerebro es una maquina perfecta, un computador maravilloso, que interpreta la realidad circundante y genera una química especial para cada vivencia. Si tu percepción ante la vida es de una mirada amable y agradecida, podrás encontrar mil situaciones en un solo día por las cuales sentirte agradecido. Si tu percepción de la vida es de una mirada de victimismo, tu cerebro interpretará los acontecimientos con ese enfoque de carencia y tu cerebro fabricará un química de estrés, cortisol, adrenalina y muchos químicos más viajarán por tu torrente sanguíneo, comunicándole a tus células que afuera hay peligro, y esa química de estrés nos provoca a la larga o a la corta, síntomas y enfermedades. Sin contar que viviremos con sentimientos de ansiedad, depresión, y miedo.
No conozco a ninguna persona agradecida que se sienta infeliz, no conozco ninguna persona poco agradecida que se sienta feliz. La ecuación entonces es simple. El secreto es agradecer.
Estudios científicos demuestran el poder de la gratitud en nuestro cerebro. Meditar centrados en el agradecimiento puede cambiar hasta la estructura cerebral en unas horas. Meditar centrado en un sentimiento de compasión, puede cambiar la química cerebral en unos minutos. Pasar de química de estrés, a una química de “felicidad” (dopamina, oxitocina, endorfinas, serotonina, y otras más).
Los hallazgos científicos revelan que cultivar y practicar la gratitud a diario puede realmente remodelar las vías neuronales y reconectar el cerebro a nuevos circuitos, para que piense de manera más positiva; cambiando la percepción de nuestra realidad personal, aumentando así su capacidad para hacer frente a situaciones nuevas o difíciles de la vida. La persona que cultiva el agradecimiento es una persona más alegre, optimista y saludable emocionalmente.
Al incorporar una practica simple de agradecimiento se reduce el cortisol y normaliza la frecuencia cardiaca, y eso hace que te sientas “bien” con tu vida y con los demás.
Cultivar la gratitud mejora las relaciones personales porque dejas de demandar y pedir, y reconoces y expresas lo bueno que los demás te brindaron y te brindan.
Si avanzas en este tema y practicas la gratitud en tu vida, te llevará luego a otro estadío más elevado: la compasión. Donde tendrás ganas de que ese bienestar que has logrado, también puedan sentirlo los demás. Querrás que los otros logren apaciguar su dolor y sufrimiento. Sentirás el profundo sentimiento insondable que se experimenta al poder DAR, sin esperar nada a cambio. El sentimiento compasivo de desear que los demás dejen se sufrir. Y eso potenciará tu agradecimiento por poder ser capaz de servir a alguien más. Y tu cerebro y corazón entrarán en una maravillosa coherencia, y tu vida estará colmada de bendiciones para poder seguir sintiendo agradecimiento. No conozco a ninguna persona agradecida que se sienta infeliz, no conozco ninguna persona poco agradecida que se sienta feliz. La ecuación entonces es simple. El secreto es agradecer. Era la antigua forma de orar. Debemos recuperar las enseñanzas originales de los maestros espirituales que vinieron a este mundo a enseñar cómo se hace.
Te deseo una vida plena, feliz, y abundante en motivos para agradecer. Todo puede lograrse. Gracias por permitirte comenzar a cambiar.