Elegir amor, crea amor, elegir miedo, crea miedo.

Picture of Sandra Díaz

Sandra Díaz

Mentor Espiritual

Tú ¿Qué estás eligiendo?

Observa a tú alrededor, a tu familia, tu trabajo, tus amigos, tu pareja. Mira con atención las relaciones que has creado con ellos. ¿Son relaciones basadas en el amor o están basadas en el miedo?

A veces creemos que el amor es únicamente un sentimiento o una emoción, y sin contradecir, pienso que el amor va más allá.

¿Has pensado alguna vez que el amor, en su más pura expresión también significa no juzgar, no etiquetar, no atacar con los pensamientos a los demás? Pareciera que nuestros pensamientos no hacen nada porque son privados, son exclusivos, yo los pienso; sin embrago no es así.

Lo que pienso crea forma en el exterior porque actuaré diré y haré de acuerdo a lo que estoy viviendo, a mis historias, a mis heridas, a mis miedos, que se traducen en lo que estoy pensando. El amor no hace eso. No etiqueta, no controla, no limita, no juzga.

El miedo por otro lado, es ausencia de amor, así como la obscuridad es falta de luz. Miedo también es ira, rencor, odio, desesperación, frustración y todos esos sentimientos que calificamos de “dolorosos e incómodos” y cuando permanecemos por demasiado tiempo en ellos sí que estamos alejados del amor.

Y aunque parezca contradictorio es justo eso lo que estamos queriendo; que nos amen, ser tomados en cuenta, que nos miren.

Lo pedimos de las maneras menos adecuadas presos de eso que llamamos ego y que aunque nos señala los lugares donde aún nos sentimos heridos y las oportunidades para ser mejores también nos lleva a pensar que no podemos y no merecemos. Que todo está sucediendo afuera, que nada es mi responsabilidad y que alguien tiene que perder para que yo pueda ganar.

Lo interesante es que no puedo sostener ambos pensamientos al mismo tiempo; son de amor o son de miedo.

Dicho de otra manera, somos amor o somos miedo.

Porque nos convertimos en eso que todo el día ocupa nuestro tiempo y nuestra energía. Eso a lo que le damos vueltas una y otra vez en la mente.

Donde pongo mi atención, pongo mi fuerza. ¿Dónde estoy poniendo mi atención en esta etapa de mi vida? ¿En qué gasto la mayoría de mi energía? ¿De qué me estoy defendiendo?

Una manera sencilla de darnos cuenta en qué pensamos demasiado tiempo es preguntarnos continuamente ¿cómo me siento en este momento? El sentir es una brújula.

Parar en el continuo estrés del día a día; en la agitación de las prisas, en el caos y sentirme. Respirar profundo y sentir desde donde estoy haciendo lo que hago.

Ahora, en este justo instante de “paro”, en este momento de ponerme atención a mí.

Si estoy en paz, entonces estoy pensando y actuando de manera “amorosa”

Si detecto que estoy en “modo miedo” (frustrado, ansioso, muy triste, iracundo, muy molesto) inmediatamente observo que esos pensamientos son solo “propuestas” que me lanza mi mente; no tienen que ser verdad.

Acepto que no quiero más de eso y agradezco que este sentimiento me lleve a atravesar el miedo simplemente no poniendo más atención a eso y pensando: Elijo el amor porque yo soy amor, el miedo es un intruso aquí. (Frase tomada de las lecciones de Un Curso de Milagros)

Parece algo sin chiste porque lo es, mas su práctica, nos ayuda a detectar continuamente si nuestros pensamientos nos están llevando a donde queremos ir. Si no es así, siempre podemos elegir de nuevo. Todo empieza en un pensamiento y continúa con una elección. Amor o miedo.