La constancia se ve distinta

Picture of Marcela Corral

Marcela Corral

Escritora, Ilustradora y Facilitadora de experiencias creativas

…de recordarnos que cada ritmo es sagrado y no puedo comparar mi camino con el de nadie mas…

Hay dos cosas que no me canso de repetir a mis alumnas en los talleres de escritura: “Tu ritmo es sagrado” y “La constancia se ve distinta para cada quien”. Y de verdad lo creo. Lo que pasa es que una es muy buena para decir pero luego se tropieza con la autoexigencia y entonces ya no es tan buena para hacer.

Tras dieciséis años de haber emprendido un camino creativo de manera consciente y convertirlo en la forma de ganarme la vida he aprendido que una de las armas favoritas de nuestra crítica interior es la recriminación porque no vamos a cierto ritmo, porque no conseguimos resultados rápidos o porque nuestra constancia no se ve como la del vecino o la de la influencer en instagram.

Entonces preferimos no crear lo que soñamos antes que hacerlo a un paso distinto y bajo nuestras propias reglas.

Piénsalo: ¿cuántas veces dejaste de intentar algo porque “lo dejaste a medias”, porque “procrastinaste” o porque “no fuiste constante”? Yo varias, hermana. Dejé que pasaran años sin activar mi cuerpo porque me cansé de que no me comprometía con nada, preferí soltar un protocolo alimenticio que me hacía muchísimo bien porque de cualquier manera no lo hacía al pie de la letra, tengo meses sin pintar porque ya no encuentro en mi agenda un sitio para hacerlo una vez a la semana cuando menos.

Está muy bien comprometerse con un calendario, no digo que no. Lo que digo es que muchas veces la rigidez ante dicho compromiso nos nubla la posibilidad de apreciar todo lo que sí hemos logrado. Y una percepción nublada sólo conseguirá autocastigarnos y hacernos creer que no somos capaces de lograr lo que queremos… por lo tanto no tiene caso intentarlo.

El otro día mi hijo Matías de 10 años me pidió ir a la tienda por unas papitas y yo le recordé que habíamos quedado que este tipo de alimentos los compraríamos sólo los fines de semana. Hasta ahí todo bien, hasta que se me ocurrió agregar la desafortunadísima expresión: “Estás comiendo mucho alimento procesado Matías, casi todos los días estás yendo a la tiendita por algo”. Al hijo, hipersensible como es, se le quebró la voz y me dijo que eso no era verdad y que él estaba haciendo un gran esfuerzo por cumplir el acuerdo familiar de comer más proteína y vegetales en casa y que yo no lo estaba viendo. “Tienes razón”, le contesté, “estoy generalizando y además estoy pasando por alto todo lo que sí has avanzado en el tema de tu alimentación, discúlpame”.

Así imagino a nuestra censora interna, como le llama Julia Cameron, poniendo bajo la lupa todo aquello que no hemos conseguido y reduciendo al mínimo o incluso borrando completamente todo lo que sí. Esta trampa mental es la que nos hace creer que nunca llegaremos a donde queremos porque nuestra constancia no es la indicada o nuestro ritmo no es perfecto. Entonces nos desanimamos y preferimos dejar de explorar.

Algo así es lo que me está pasando con los lives en YouTube. Me gusta muchísimo hacerlos, pero la vida a veces se me atraviesa en forma de desánimo perimenopáusico, de mucho trabajo, de mala señal de internet, de viajes, de cansancio, de gripas o de lo que se le ocurra. Y entonces creo que como ya “corté la viada” y no los estoy haciendo cada semana como me comprometí al inicio, ya no vale la pena hacerlos nunca más. Observo a mi mente bien de cerquita, queriéndome convencer de que mejor ya tire la toalla y lo vea como una experiencia linda que tuvo su momento y listo. Y me veo a mí queriendo hacerle caso, pero también recordando que mi constancia, en este caso, se ve distinta a las de tantos youtubers y creadores de contenido que publican cada semana sin fallar una sola vez durante años.

Entonces opto por lo segundo. Y espero con paciencia el momento de volver a estos lives que disfruto tanto. Así, sin recriminaciones de ningún tipo, sino con la libertad de hacer lo que se me antoje, por más irreverente que esto suene en mi cerebro moldeado con la crianza de los ochentas.

La constancia para ti puede verse como cada tercer día, para mí cada dos semanas, para el tiktoker diario. La constancia no es más que la cadencia con la que acomodamos lo que amamos hacer en esta ilusión a la que llamamos tiempo. Pero si no existen dos caminos que sean idénticos, ¿por qué habrían de serlo nuestros ritmos?

Gracias siempre por leer.
Con todo el amor,

Marcela.