La importancia de pedir ayuda

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Emilia Sánchez Salama

Psicoterapeuta

Todos los seres humanos requerimos ayuda de otros en algún momento de nuestra vida, reconocer esta realidad y comprender cómo acercarte a otros cuando realmente lo necesitas es fundamental para el desarrollo sano de todas las personas.


Cuando nacemos, los seres humanos somos el animal más dependiente e incapaz de sobrevivir sin asistencia de otro. No somos capaces de proporcionarnos a nosotros mismos algunas de nuestras necesidades fisiológicas básicas, como alimentarnos o saciar nuestra sed. Requerimos ayuda de cuidadores que satisfagan nuestros deseos y necesidades. Incluso tenerlas resueltas ayuda a fomentar una sensación de confianza básica en el desarrollo emocional humano.

Conforme vamos creciendo, es importante aprender a ser partícipes en la satisfacción de dichas necesidades. Ayuda a desarrollar tolerancia a la frustración y autonomía el aprender a postergar la realización de algunos deseos. Por ejemplo; entender que si vengo en el coche y tengo sed, puedo esperar algunos minutos a llegar a casa sin tener que hacer un berrinche ni verlo como algo insoportable, sino como algo molesto. Lo ideal es entender que si bien es incómodo esperar a que podamos realizar un deseo, no es terrible, ni el estado de malestar durará para siempre.

Hay personas que al crecer, no aprenden a postergar la realización de sus deseos, y se convierten en adultos con bajísima tolerancia a que las circunstancias de la vida no vayan como desean. Reaccionan de forma hostil, depresiva, desesperanzada o angustiada si algo no se satisface como lo desean. Estas personas, más que pedir ayuda, demandan o exigen que los demás resuelvan su incomodidad, pues experimentan estos eventos como tremendos o catastróficos.

Si planean un viaje y se retrasa el vuelo por cuestiones de clima, lo viven como algo inadmisible que no debería sucederle a ellos. Y van por la vida exigiendo y demandando de manera magnificada que las cosas salgan como ellos lo desean. Si bien, la gente en general prefiere que los planes salgan como se habían diseñado originalmente, y cuando no es así, resulta incómodo, para estas personas es simplemente terrible. Desarrollan un cuadro que el psicoterapeuta Albert Ellis denominó No Soportantitis. Lo define como personas que viven una desproporcionada cantidad de insatisfacción por la creencia de que en la vida todo debería suceder tal y como ellos lo desean, de lo contrario su frustración se magnifica.

Estas personas en vez de pedir ayuda o comprensión, la exigen de manera inapropiada pues están a la espera de que los demás entiendan el porqué de su gran insatisfacción, e imperan que les resuelvan la situación como si los demás tuvieran que estar al servicio de sus deseos. Esto no es una manera adecuada de pedir ayuda o de participar en la solución del conflicto.

Sin embargo, existe otro perfil de personas que se fueron al otro polo. Personas que creen que ser autónomo implica no pedir ayuda, pues significaría que no maduraron. Creen que no deben dar ninguna molestia, y que están al servicio de los demás. Llegan a tal punto que cuando ellos necesitan ayuda, a veces ni siquiera logran identificarlo. Si acaso logran darse cuenta que les vendría bien la colaboración, no saben cómo pedirla. Este rasgo de personalidad priva a la persona de una red de apoyo para su salud emocional y física. El temor a qué piensen los demás si se pide ayuda, es otro factor que les detiene de aceptar interna o externamente que necesitan asistencia.

El hecho de contar con apoyo de las personas que nos rodean es uno de los mayores privilegios y sustentos de los que se goza al ser parte de un entorno social. Pedir ayuda es una habilidad que requiere capacidades como la asertividad. Ésta, es algo que se va desarrollando con la práctica. Nadie nace siendo asertivo, te vas volviendo al aprender las consecuencias de tus experiencias con distintas maneras de comunicarte. Por lo tanto, reitero, requiere práctica.

A veces batallamos para diferenciar si lo que nos está sucediendo es algo que requiere ayuda de amigos o psicológica. Existe el estigma de que para ir al psicólogo necesita haber un motivo realmente grave y entonces nos engañamos a nosotros mismos diciendo que ya pasará la situación y que debemos poder resolverlo solos. Creemos que si no salimos del conflicto solos equivaldría a un signo de debilidad y poca autonomía. Estas creencias son irracionales y lejanas de la verdad. Si bien un psicólogo puede ayudarte a atravesar un momento grave, también puede acompañarte a atravesar momentos que solo estén generando malestar.

¿Cuándo conviene pedir ayuda psicológica?

Cuando percibes que tu estado de ánimo se ha modificado y experimentas tristeza, desesperanza o ansiedad en situaciones que antes no solías hacerlo y no logras salir de ese estado de ánimo con recursos que antes te ayudaban a regresar a un estado neutral.

Si sientes que no logras regular tus emociones y experimentas constantes ataques de ira o llanto sin saber exactamente qué los desencadenó, o notas que son desproporcionados a la situación que crees los detonó.

Si tienes problemas de comunicación constantes dentro de tus relaciones de pareja, o si deseas terminar una relación por considerarla poco saludable pero no sabes cómo hacerlo.

Cuando notas que tienes un pobre concepto de ti mismo en lo personal, laboral, o cualquier área de tu vida que te impide relacionarte de forma adecuada con quienes te rodean.

Cuando la maternidad o paternidad está implicando un reto que te está generando malestar o desorientación y te beneficiaría conocer sobre las etapas del desarrollo de tus hijos y cómo enfrentar y resolver las emociones que estas etapas generan en ti.

Si observas cambios en tu interés por las relaciones sexuales y estos cambios están afectado distintas áreas de tu vida.

Si estás viviendo algún tipo de duelo como perder tu trabajo, terminar una relación, mudanza a nueva ciudad o casa, o perder a un familiar o persona cercana significativa.

Si estás viviendo algo similar a esto, recuerda que hay que ser valiente y honesto para pedir ayuda, y aún más valiente y humilde para aceptarla.