Las 5 invitaciones

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Anagabriela Tumoine A.

Coach en crianza consciente Duelo y pérdidas Instructor Yin yoga

Una vez escuché a una señora decir: “Mis hijos me ayudan a ser mejor persona”….yo pensé: “Mis hijos al contrario, sacan lo peor de mí, ¿qué estoy haciendo mal?”. Después de algunos años entendí, que no estaba haciendo nada mal, mi enfoque estaba mal.

Dicen que así como el ojo humano tiene un punto ciego, el alma también. Las personas que pasan por nuestra vida vienen a mostrarnos aquello que no podemos ver. Todas las relaciones (padres, hermanos, pareja, amigos, empleados, etc) tienen una salida, las podemos pausar, evitar o terminar… con nuestros hijos es distinto, no podemos “abandonar el barco”, esto es lo que los convierte en el instrumento más potente para nuestro crecimiento personal.

Los hijos tienen una gran capacidad de expandirnos, de abrirnos el corazón; nos regalan momentos de inmenso gozo, de profundo agradecimiento, momentos de mucho asombro y nos llevan a conocer, quizá por primera vez, el verdadero amor.

Los hijos, tienen también, una capacidad enorme de sacar a la luz nuestras más obscuras sombras, de presionar delicados botones, no porque su objetivo sea hacernos la vida de cuadritos, sino porque su “trabajo” es sacar a la superficie aquello que necesita pulirse, despertar lo que necesita despertarse.

Cada momento con nuestros hijos es una oportunidad para saber quién soy, para observar mis impulsos de componer, corregir o completar “lo que está mal” (mi resistencia a aceptar), observar mi necesidad de controlar (mi resistencia a confiar), desempolvar heridas del pasado, desafiar arraigadas creencias, descubrir expectativas ocultas y enfrentarme a mis más profundos miedos.

En resumen, nuestros hijos constantemente nos hacen invitaciones, que si aceptamos, nos ayudarán a ser mejores personas.

Éstas son 5 invitaciones que te podrían estar haciendo tus hijos:

1.- A recordar lo verdaderamente importante:

Vivimos gran parte del tiempo en piloto automático, la prisa y el estrés de la vida nos distraen… los hijos crecen rápidamente y pronto se irán.

La calidad de nuestra presencia en los momentos que parecieran ordinarios y rutinarios es lo que más impactará la vida de nuestros hijos; expresamos nuestro amor en la forma en la que damos los buenos días, la atención con la que escuchamos, el cuidado con que los ayudamos a vestirse por la mañana, cómo los recibimos cuando vuelven a casa, la forma en la que los abrazamos y les decimos te quiero antes de dormir. Las cosas simples y pequeñitas de cada día, son las que más extrañaremos cuando ya no estén, verlos reír a carcajadas, oírlos cantar en la regadera, los zapatos en la entrada…

2.- A soltar y confíar:

No se puede amar y controlar al mismo tiempo, tenemos que elegir… si elegimos amar entonces se requiere confiar. Nuestra más grande debilidad es nuestra inhabilidad de honrar el camino de nuestros hijos, no son una extensión nuestra, vienen a vivir sus propias experiencias, cometer sus propios errores y aprender sus propias lecciones. El dolor es parte de la vida y es lo que los hará crecer. Debemos confiar que sabrán atravesar y nosotros sólo podemos acompañar.

3- A reconocer y reparar:

Entender que jugamos un papel muy importante en el cómo y el por qué se desarrollan las cosas; yo contribuyo, yo traigo energía a este lugar, yo participo en la repetición de eventos, en alargar discusiones.

Si soy parte del problema, soy parte de la solución. Reconocer y hacerme responsable es motor de cambio.

Reparar: siempre hay algo que se puede hacer… nunca es tarde para amar más y mejor a nuestros hijos, nunca es trade para sanar relaciones, nunca es tarde para buscar nuevas formas de conectar y convivir.

4 . A ser flexible:

Si dejamos de pensar en blanco y negro, nos damos cuenta de que hay matices. Por cada problema hay miles de soluciones, nadie tiene que perder, hay cabida en la mesa para las necesidades de todos.

5.- A amar incondicionalmente:

Aceptar es el pilar más importante en la práctica del amor incondicional; aceptar lo que es como es como es en este momento.

¿Y si aceptamos a nuestros hijos como son y empezamos la práctica de amarlos incondicionalmente utilizando lo que nos saca de “quicio” para darnos cuenta en dónde no tenemos aún esa capacidad?. Lo que nos saca de quicio es una señal.

Finalmente, la relación con nuestros hijos no invita a pausar y preguntarnos ¿qué es lo importante aquí?