Hace poco celebramos el Día del Padre y debo admitir que era una de esas personas que, equivocadamente, juzgaba a los padres que se alejaban de sus hijos, creyendo que lo hacían porque no les interesaba.
Las versiones que se escuchan siempre son que no les importan, que no son responsables. Y sí, lamentablemente hay muchos casos así, pero yo no había visto la otra cara de la moneda.
Y entonces la vida, con su característico sarcasmo, me colocó de frente con padres que aman profundamente a sus hijos, pero que no pueden más con la guerra de la ex. Padres que han hecho todo: bañar a sus hijos, cuidarlos los fines de semana sin ayuda, mantenerlos, acompañarlos en todos sus momentos importantes, llevarlos, traerlos… Pero la mamá decide que no es suficiente y, ante la menor provocación, manipula a sus hijos para que vean al otro como igual de “insuficiente” que como ella lo percibe.
Muchas personas desearían tener un papá que de verdad ayudara, no solo económicamente, sino que estuviera comprometido en la formación, en la transmisión de valores y en la educación. Hablar mal del papá de tus hijos es hablar mal de ti también.
Todo, absolutamente todo lo que les digas, todo lo que hagas para que estén de tu lado, todo lo que manipules, tarde o temprano se va a volver en tu contra, porque siempre van a ser sus hijos, de los dos. Y si lo haces, ten en cuenta que no has sanado, que requieres ayuda y que, justificadamente tal vez, no has puesto atención en ti. Sin embargo, si tú no estás bien, tus hijos tampoco lo estarán.
Tú elegiste para ellos a ese papá; tú quisiste formar una familia con él. Las cosas no se dieron como esperabas, por responsabilidad de ambos —siempre es de dos—, pero eso no significa que no puedan tener una buena relación como padres de sus hijos. Al contrario, si ambos han sanado las heridas de la separación, podrán tener una relación cordial.
Recuerdo que uno de mis más grandes maestros me dijo un día: “La gente feliz, la gente sana, no molesta a los demás; está demasiado ocupada siendo feliz.”
Y si conoces a alguien que aún no ha sanado, que sigue atada al coraje y la frustración, ayúdala. Anímala a pedir ayuda —eso es de almas grandes—, porque alguien que cree que siempre está en lo correcto, que no se equivoca o que aún no supera al ex, merece estar bien, merece sanar… para poder sanar a sus hijos.
Espero que, si pasaste por algo así, seas una de esas grandes mujeres que, a pesar de lo difícil que haya sido, puede honrar y respetar el camino de un buen papá sin mezclar sus sentimientos.