Pocas veces se habla del enojo que se experimenta en la maternidad. La rabia y la furia son emociones tan frecuentemente experimentadas por las madres como el mismo amor y ternura. No siempre nos atrevemos a hablarlo de forma abierta, nos da pena ser juzgadas.
Si este enojo es constante e intenso, generalmente nos habla de que las necesidades de la mujer no están siendo atendidas por ella misma. Muchas mamás nos dedicamos a prestar atención a los hijos, al hogar, al esposo, al trabajo, a las actividades escolares o extracurriculares de los miembros de la familia. Sin embargo, muchas veces nuestras propias necesidades no quedan cubiertas. Podemos sentirnos rebasadas y abrumadas.
Para algunas mamás, la maternidad es un reto, pues de alguna manera tenemos una idea de cómo íbamos a ser como mamás antes de serlo. Y la realidad no necesariamente empata esas expectativas que teníamos de nosotras mismas y nuestro desempeño real. Podemos juzgarnos muy duro al darnos cuenta que nos equivocamos constantemente y además nos podemos enojar o sentirnos culpables por esos errores. No nos damos cuenta de que justo esos errores son los que nos van construyendo como mamás. Nos vuelven capaces de aprender de ellos y de nosotras mismas al observar cómo los atravesamos. En cambio, podemos experimentar fatiga crónica al tratar de convertimos en la madre que soñamos ser en vez de celebrar la mamá que sí somos y que podemos ser actualmente con la conciencia y recursos que tenemos. Entre menos aceptemos quienes somos como mamás, más perturbación e ira experimentamos. Entre mayor aceptación de nosotras mismas, menos alteración, menos ansiedad y menor perfeccionismo. Si aceptamos que hacemos nuestro mejor esfuerzo, que jamás seremos perfectas, y que paradójicamente eso nos hace perfectas para nuestros hijos; experimentaremos tranquilidad y calma para abrazar a esa mamá que se va forjando en nosotros.
“No existe la mamá perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre”
Jill Churchil
Es importante que una madre no se olvide de atenderse a sí misma, de darse tiempo para alimentar sus intereses, su descanso y atender su salud física, emocional y espiritual. Aquí te comparto algunas opciones que podrías tener en cuenta para reducir esa sensación de enojo, de estar sobrecargada y de postergación de ti misma. Están planteadas de forma sencilla para que puedas empezar a implementar las que mejor te parezcan y observes si van trayendo efectos positivos en ti como mujer y por ende como madre.
- Dosificar las tareas del hogar. No querer terminar todo en un solo día. Dividir las tareas por días e involucrar a los distintos miembros de la familia en la colaboración de un hogar ordenado y limpio de acuerdo con sus edades y capacidades. Algo que sugiero en consulta, es colgar un pintarrón donde anoten las actividades y los roles que cada miembro va a realizar para colaborar en el hogar. Además, resulta formativo para los hijos también.
- Descanso. Es crucial que una madre identifique cada cuando necesita unas horas de descanso. Ya sea para dormir una siesta, leer algo de su interés, ver algún programa que disfrute, ir a un masaje, hacer una llamada telefónica con alguien que goce expresarse. Si una mamá está descansada, es menos frecuente que tenga arranques de ira.
- Identifica un pasatiempo, hobby o pasión que puedas desarrollar. Desde un deporte, pintura, bordar, meditar, tomar un curso en línea, caminatas al aire libre. Lo importante es que sea algo que realmente disfrutes y te haga sentir que te estás atendiendo y dando gusto.
Es importante que una madre no se olvide de atenderse a sí misma, de darse tiempo para alimentar sus intereses, su descanso y atender su salud física, emocional y espiritual. - Pide ayuda cuando te sientas sobrepasada. Se vale pedir ayuda. A veces está generalizada la idea de que una “buena madre” hace todo por sus hijos. Pero la realidad es que el mejor regalo que puedes hacer por tu familia es atenderte y amarte a ti misma tanto como los amas a ellos. Necesita haber un equilibrio entre lo que das y te das a ti misma. Y para poderte dar esos espacios, a veces se requiere apoyo de familia, amigos, contratar a alguien de confianza que te apoye.
- Date tiempo para cuidar tu salud física y mental. Has ejercicio, toma suplementos que vayan de acuerdo con tu edad y necesidades, ve a revisiones médicas que garanticen tu integridad física. Y no dudes en buscar asistencia profesional si después de atender estos aspectos sigues experimentando explosiones temperamentales. A veces detrás de esto, hay trastornos de ansiedad o del estado de ánimo que necesitan atenderse para que tengas un mejor manejo de tus emociones.
- Deja de compararte con otras mamás. Se que esto es más fácil de decir que de hacer. Sin embargo, es importante cacharnos y detenernos cuando estamos comparándonos con otras mamás. El hábito de la gratitud ayuda mucho a valorar lo que ya somos y a evitar que nuestra mente siga por la línea del pensamiento comparativo. Agradecer y reconocer las cualidades que sí tienes en vez de enfocarte en lo que te falta.
- Descarta los enunciados del tipo “debería”. “Yo debería saber cómo motivar a mis hijos”, “yo no debería enojarme”, “debo ser asertiva en mi forma de comunicarme”, “debería haber ya bajado de peso”. Los enunciados del tipo “debería” solo generan frustración y humillación. Realmente lo que sucede es que estoy confundiendo deseos con necesidades.
Cambia la palabra “debería” por las siguientes opciones: “Es conveniente”, “Preferiría”, “Me gusta más cuando”, “Me siento más cómoda cuando”. Por ejemplo: “Es conveniente que yo sepa comunicarme de forma asertiva con mis hijos, más no siempre sabré hacerlo, aun cuando dé mi mejor esfuerzo”.
Te invito a que te des oportunidad de probar algunos de estos puntos y observes qué pasa en ti. La idea es que empieces a experimentar mayor gozo en el día a día. Las emociones desagradables seguirán existiendo y son una brújula que nos indican dónde estamos paradas. No las niegues, mejor revisa que mensaje traen para ti. Como por ejemplo hacer un alto y regresar a ti misma.
Agradecer y reconocer las cualidades que sí tienes en vez de enfocarte en lo que te falta hará que valores lo que ya eres y evitará que tu mente siga la línea de pensamiento comparativo.
“No existe la mamá perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre”, dice Jill Churchil. Yo le agregaría, y para ello es importante detenernos, observar qué necesitamos, y proporcionárnoslo nosotras mismas. El mejor regalo para nuestros hijos es que trabajemos en nosotras mismas. Una mujer que se acepta y atiende a sí misma, fluye de forma más orgánica y natural, eso también se extiende a su forma de ser madre.