Mi cuerpo, mi templo

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María Casas

Coordinadora de UETCA Unidad Especializada en Trastornos Alimentarios.

De acuerdo a cifras oficiales, cada 62 minutos muere al menos una persona como consecuencia directa de un trastorno alimentario ¿Qué hay detrás de estas problemáticas? Una pregunta difícil de contestar, si no se le hace frente desde un escenario que apueste por factores de diversa índole, entre ellos el lugar de la mujer (o más bien la ausencia de él) a lo largo de la historia.

“De nuevo es un problema del lugar, del maldito y borroso lugar que tenemos que encontrar las mujeres. Un lugar social, pero también un lugar íntimo. Qué angustiosa confusión entre el propio deseo y los deberes heredados (…) La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero.

Lo que el alma calla, el cuerpo lo grita y el dolor se desnuda a través de los síntomas propios de estas patologías, que nacen fruto de una función, convirtiéndose en una herramienta para sobrevivir, y cuando se descubre y se trabaja qué representan, dejan de ser necesarios. Y vaya que es difícil mirarse, deslizarse por uno mismo sin juicio alguno, porque mirar el cuerpo implica también mirar el alma y ser testigo de la historia de vida y mucho más; por ello, la desaparición de síntomas por sí sola no determina recuperación de los trastornos alimentarios porque ésta es mucho más compleja.

“La libertad Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar: Por la libertad así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario el cautiverio es el mayor mal que puede venir (…)” Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.

Me pregunto cuántas mujeres a lo largo de la historia anhelaron su libertad y la falta de la misma la reflejaron a través de conductas peculiares con el alimento y el cuerpo. Y es que el cuerpo es el mensaje y el acto de comer mucho más que un verbo, es el lenguaje del alma. Así, muchos de los comportamientos de Santas como Santa Catalina de Siena en el siglo XIII o Santa Teresa de Ávila en el siglo XVI, así como emperatrices como Elisabeth de Austria en el siglo XIX y escritoras fundamentales en la literatura y pioneras del feminismo como Virginia Woolf quién en su ensayo Una habitación propia mencionaba “la noticia de mi herencia, me llegó una noche más o menos al mismo tiempo que se aprobaba la ley que les concedía el voto a las mujeres. Una carta de un notario cayó en mi buzón y al abrirla me encontré con que mi tía me había dejado 500 libras al año hasta el resto de mis días. De las dos cosas (el voto y el dinero), el dinero lo confieso me pareció de mayor importancia”. Y es que el dinero simbolizaba una voz, un cuerpo, una vida propia, iba intrínseca su libertad. Saco a la luz algunas de las mujeres cuyo peso histórico amerita y cuyas conductas nos recuerdan a las que manifiestan en pleno siglo XXI personas afectadas por trastornos alimentarios.

El libro Reinas Malditas de la periodista española Cristina Morato, tampoco tiene desperdicio y nos regala frases cómo ésta al estudiar la vida de la inolvidable Sissi: “Necesito encontrar la serenidad necesaria para mi atormentado espíritu” solía decir una mujer atrapada en un mundo al que no pertenecía, sentenciada en una jaula de oro. “Sus comportamientos obsesivos no solo afectaron a sus dietas sino también a sus ocupaciones diarias, marcadas por un frenético afán de mantenerse en movimiento. Manías y curas de hambre acrecentaron su carácter ya de por sí neurasténico. Isabel tenía todos los síntomas de una enfermedad desconocida que trajo de cabeza a los médicos: la anorexia nerviosa (…).

Es importante subrayar que la recuperación de los trastornos alimentarios es posible en su totalidad y así lo reflejan diversos estudios. Es un camino largo que poco tiene que ver con la sintomatología aunque así se manifieste. Sé paciente, no será fácil, pero valdrá la pena. Implicará soltar todo, inclusive quien creías ser. Implicará morir para también vivir. No lo romantices, sanar duele. Nadie desciende a los infiernos y sale ileso. Y en algún momento, fruto del andar en tu propio camino, volverás, pero no entero, eso aún llevará algo más de tiempo. Sé paciente.

Volverás al principio en partes, roto, difuso, perdido y en esa pérdida también te encontrarás. Después con la vida en tus ojos, con una mirada a tu alma más calmada, más serena, podrás ser y estar y concebir el cuerpo como un templo que susurra compasivo historias, la tuya y la de tantos otros.