A todos nos gusta la sensación que nos brinda ganar. Sentirnos satisfechos por lograr algo que nos propusimos como una meta, un éxito que esperábamos con mucha expectativa, el orgullo de saber que nos eligieron por encima de otras personas, y muchas cosas que nos permiten vivir esa sensación de ser especiales.
Y ¿Cuándo perdemos? Cuando las cosas no funcionan o no salen como lo habíamos pensado, ¿Cuál es nuestra reacción?
Nadie nos enseña a perder, entrenamos para ganar y pensamos que no hacerlo es algo negativo asociado evidentemente con la ira, la frustración, el enojo y la tristeza, emociones que además nos parecen incómodas.
Lo que hay atrás de esta aparente “pérdida” es una ganancia hermosa, cuando lo queremos ver así. Significa que hay algo que puedo mejorar, una oportunidad para transformar las cosas, como por ejemplo, poder vivir la emoción sin juzgarnos por sentir lo que nos provocan. Atrás de esa tristeza, hay una posibilidad de entender que estamos ganando experiencia y que este evento nos puede llevar a la pregunta de para qué era tan importante ganar. ¿Para sentirnos mejores que otros, para cumplir expectativas, para tener una satisfacción, una ganancia económica? ¿Qué hay detrás de mí necesidad de ganar? Y de mi reacción ante la pérdida.
Las cosas se complican cuando se trata de una relación. ¿Podemos perder a alguien? Creo que todos entendemos que para perder algo, es porque es nuestro. Competir en un maratón es nuestra oportunidad, es una ganancia o una perdida que nos pertenece solo a nosotros. Las personas no, ellas no son nuestra propiedad, no son nuestras; entonces, ¿De qué manera los perdemos? ¿No es más bien una idea?
Lo que perdemos es la cercanía de esa persona que decidió alejarse, lo que ya no tenemos es la compañía de alguien que por una u otra razón eligió o se vio forzada a irse. El contacto físico, las palabras. Eso es lo que nos duele. Eso es lo que ya no está.
Si vamos al fondo, ¿perdimos en verdad? Si la relación se terminó, si ya no era posible continuar por la razón que fuera, cuando se alejan de nosotros ¿Quién pierde? Y ¿Quién gana? Yo creo que perdemos todos y podemos ganar todos también.
Hay que saber perder, reconocer que no hicimos las cosas de la mejor manera, o que sí las hicimos y quedarnos en paz. Habrá que trabajar en las cosas que nos generan responsabilidad (no culpa) y enmendarlas en la medida de nuestras posibilidades.
Aceptar que las cosas son como son, permitir que eso que extrañamos con todo el corazón no empañe lo que sí tenemos, dejar de juzgar al otro, y voltear a perdonarnos a nosotros mismos para poder liberar a los demás de la jaula mental en la que los tenemos presos.
La sensación de perder, en una mente rígida provoca sufrimiento y hace sufrir a los demás. Una mente flexible, nos permite saber que la ganancia está ahí, que todo cambio es provechoso aunque de momento no lo veamos así.
Todas las relaciones, nos regresan a nosotros mismos, a indagar como es nuestro diálogo interno, qué tanto nos estamos aceptando y amando, como reaccionamos cuando no obtenemos lo que deseamos. Y si no podemos hacerlo solos, buscamos ayuda.
Y te pregunto, ¿No es ese un regalo? ¿No es esa una ganancia?
Hasta la próxima.