Las personas en general muchas veces al atravesar por una situación complicada, pedimos de acuerdo con nuestras creencias la ayuda, ya sea a Dios, al Universo, a la Virgen de Guadalupe, a San Judas, Buda, Alá y a muchas otros el milagro y la solución a nuestros problemas, sin embargo, si realmente queremos que alguna situación compleja se solucione, tendremos que poner en práctica el refrán:
“En el pedir, está el dar”
Por si fuera poco, eventualmente demostramos que aún conservamos algo de niños en nuestras peticiones y más que ayuda, hacemos una carta de deseos como si le escribiéramos una carta a Santa Claus o a los Reyes Magos, es decir, pedimos deseos y que estos se cumplan a “nuestro modo”, y así tengamos 30 o 70 años somos impacientes y hacemos berrinche de no cumplirse en tiempo y forma nuestra petición según nuestros designios.
Comencemos primero en reconocer que seguimos siendo niños, solo que el precio de nuestros juguetes a cambiado, así que nuestra forma de pedir tiene que cambiar y ser más madura.
Hay una historia que ejemplifica lo anterior:
Hubo una inundación muy grande en un pueblo pequeño, todas las personas buscaron la manera de salvarse, pero un hombre se quedó solo en ese lugar, subió al techo de su casa y rezaba incansablemente pidiendo que Dios lo salvara. Éste, confiaba plenamente en Dios y estaba seguro de que lo salvaría, de repente fue interrumpido por un hombre que pasaba en una balsa invitándolo a subir, sin embargo, el hombre respondió “Dios me salvará” y lo dejó ir.
Luego pasaron un hombre en un bote, luego una lancha y finalmente un helicóptero. A todos los rechazó diciendo: “Dios me salvará”. Finalmente se ahogó y al llegar al Cielo, Dios lo recibió a la entrada. El hombre, molesto, le dijo a Dios:”¿Por qué no me salvaste si yo confiaba en ti?” Dios le respondió: “¿Y la balsa, el bote, la lancha y el helicóptero que te mandé?
Desafortunadamente así queremos la ayuda, en forma de un “milagro completo” a nuestra entera satisfacción, instantáneo y en el tiempo y forma que lo solicitamos… sin embargo, lamento decirte que la ayuda siempre viene en diferentes formas, solo que habitualmente no sabemos percibirla.
Por ejemplo, si eres empresario y tu empresa pasa por un periodo de problemas económicos, inmediatamente pedimos dinero y no la forma de incrementar las ventas, controlar los gastos, mejorar la cobranza o rechazar la invitación, asistir ese evento de networking (redes de personas) a conocer gente y con esto conocer a algún prospecto, próximo socio, proveedor ideal o cliente.
“En el pedir esta el dar”, y… en encontrar lo dado está el secreto (agregaría yo).
Las necesidades de los seres humanos son muchas y en cada caso es diferente, unos piden dinero, otros, amor, otros, salud y un sinfín de peticiones se replican y se hacen todos los días y casi casi, podría afirmar que esto viene desde que tenemos uso de razón y sabemos que hay un Dios (cualquiera que sea nuestra creencia, Dios, Universo, Buda, etc.) y que muchas veces “recargamos” nuestras necesidades en él, y no queremos entender el dicho: “Ayúdate que yo te ayudaré”.
El pedir entonces, se convierte en un arte y el recibir o percibir la ayuda se convierte en un reto de descifrarla y detectarla.
Piensa en esto: Seguro que se ha cruzado en tu vida el libro perfecto, un profesional que te habría ayudado muchísimo, la oportunidad de un trabajo que te habría abierto puertas o una crisis que guardaba un tesoro en forma de desarrollo personal. Todo esto era una respuesta a tus plegarias que sin embargo… pasaste por alto y esperabas ese dinero, ese trabajo perfecto, esa oportunidad en la “forma” que tu solicitaste y la dejaste pasar.
Al revés también ocurre: A veces nos topamos con objetos, personas u oportunidades que encajan con lo que queremos y si tomamos acción, nos comprometemos a aprovechar lo que nos traen, resultan ser grandes bendiciones, es como el paso de fortuna, según cuenta el mito griego de la Diosa Fortuna.
Así que, como ves, el poder para materializar los deseos en última instancia depende de ti, de tu compromiso personal y de que estés abierto a percibir que la ayuda que buscas está en las cosas que te rodean y te suceden y sobre todo saber también aprovechar las oportunidades que la vida o el Dios en el que creas te presenta.
Para finalizar este artículo me gustaría reflexionáramos el siguiente tema, pregúntate: ¿Qué habilidades o herramientas necesitarías para conseguir ese objetivo por ti mismo? Y ¿De dónde podría venir una ayuda que tendrías que aprovechar?
Por ejemplo, si quieres dinero, pide mejorar tus habilidades para conseguir o gestionar el dinero que tienes, o mejor aún pide encontrar las habilidades para salir de deudas, identificar prioridades o mejorar tu forma de administrarlo eficientemente.
Si buscas mejorar en el amor, pide más autoestima, habilidad para relacionarte, paciencia o más carisma, y no un novio o novia perfecta.
Si quieres un trabajo nuevo, pide conocer qué tipo de formación o recurso está más demandado en un campo en el que te gustaría trabajar y comprométete a aprender eso. O quizás lo que te falta es mayor seguridad en ti mismo (¿y cómo podrías conseguirla?) o estar receptivo a oportunidades que actualmente no ves.