Tomar
decisiones

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Yuvia Cárdenas

Aplicación Mental

La toma de decisiones es todo un tema porque básicamente la calidad de nuestra vida tiene que ver directamente con la calidad de las decisiones que tomamos. Todo el tiempo estamos tomando decisiones, así como todo el tiempo estamos pensando.

Tenemos 21 pensamientos por segundo, de los cuáles más del 90 porciento son subconscientes. Los expertos en la estructura del pensamiento afirman que después de que pensamos viene la toma de decisiones, luego acciones y experiencias que nos llevan a sentir emociones diversas y esas emociones nos conducen de regreso a pensamientos similares que nos llevan a seguir tomando decisiones muy parecidas a las anteriores. De manera que si queremos cambiar de decisiones y experiencias, primero tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, y ésta sólo cambia cuando aprendemos de los errores cometidos o cuando poseemos más información y conocimiento.

Los humanos, la mayoría de las veces, no escarmentamos en cabeza ajena y aprendemos hasta que cometemos errores, a veces no basta un error para aprender, la lección se repite y muchas personas culpan a las circunstancias sin hacerse conscientes que están tomando las mismas decisiones que los llevan a vivir las mismas experiencias porque no han trabajado en un cambio de raíz en su pensamiento.

Si nuestra vida depende de la calidad de las decisiones que tomamos tenemos que hacernos conscientes cuando esas decisiones nos llevan a un error o experiencia equivocada. Y aquí es importante saber que nosotros los seres humanos somos absolutamente responsables de lo que pensamos, de lo que decimos, de lo que hacemos y de lo que dejamos de hacer. Ese es nuestro libre albedrío, la potestad que tenemos para elegir y tomar decisiones. Y aunque tenemos libertad por derecho legítimo de tomar decisiones, muchas veces nos volvemos prisioneros de las decisiones que tomamos. Por ello es muy importante que tomemos decisiones que vayan de acuerdo con quiénes somos. Es indispensable que comprendamos que más que tomar decisiones correctas, tenemos que volvernos especialistas en tomar decisiones congruentes.

A lo largo de nuestra vida, las decisiones equivocadas nos han hecho aprender y retomar el camino, nadie se salva de haber tomado decisiones equivocadas en su vida y es mejor errar por haber tomado una decisión equivocada, que errar por no haber tomado ninguna. La indecisión y la duda es un martirio mental en el que nos sentimos atrapados porque no nos atrevemos a resolver, porque sí, las decisiones, buenas o malas, nos ayudan a resolver o a rectificar.

Y bueno, si tomar decisiones es tan importante para nuestra vida…
¿Cómo le podemos hacer para tomar decisiones de una manera más asertiva?

Primero que nada hay que conocer que hay diferentes tipos de de decisiones, hay decisiones que son cotidianas, hay decisiones experimentales, hay decisiones reversibles y hay decisiones que no son reversibles.

Mientras más tiempo nos tardamos en reconocer que la decisión que tomamos no es congruente con lo que queremos, las decisiones nos van costando más tiempo, más compromiso, más esfuerzo, más dinero y se vuelven más difíciles de revertir. De tal manera que es conveniente aprender a revertir rapidamemte las decisiones cotidianas para ir adquiriendo seguridad en revertir las que tienen más peso y más compromiso.

Voy a hablar primero de las decisiones cotidianas. Las decisiones del día a día son por ejemplo, decidir qué voy a comer hoy, si voy o no voy al gimnasio, si leo o veo una serie, si me pongo zapatos o mejor unos tenis. Las decisiones cotidianas forman parte de nuestro pensamiento habitual y nos ayudan a determinar lo que nos gusta y no nos gusta y son las que nos enseñan a rectificar cuando no hay daño colateral o cuando no hay tanto en juego.

Luego están las decisiones experimentales, éstas decisiones conllevan un compromiso mayor porque forman parte de nuestra experiencia, como por ejemplo, cuando nos vamos a vivir unos meses a una ciudad para probar antes de atrevernos a tomar una decisión más permanente, cuando elegimos irnos a vivir con la pareja antes de casarnos, cuando elegimos estudiar una carrera con la posibilidad de cambiar si no nos gusta o cuando nos metemos a trabajar en algo que tiene que ver con el negocio que quiero abrir para asegurarme si en realidad es en lo que quiero invertir mi tiempo y mi dinero.

Todas las decisiones experimentales pueden ser reversibles, sin embargo hay personas que por miedo al cambio no las revierten y se conforman viviendo su vida con una pareja con la que no son felices o en un trabajo que no les gusta. Entendamos que mientras más rápido nos hagamos responsables en revertir una decisión que no nos está llevando por la vida que queremos y seamos honestos con nosotros mismos y los demás involucrados, más fácil será para nosotros salir de esa decisión y tomar decisiones congruentes con lo que sí queremos. Recordemos que mientras más nos tardamos, más tiempo, más dinero y más compromiso entran en juego, así que lo ideal es ejercer nuestro libre albedrío para retomar el camino que nos lleve a vivir la vida que realmente deseamos.

Por último están las decisiones irreversibles, como por ejemplo el tener un hijo, el realizarte un procedimiento estético, el consumir una droga altamente adictiva… éstas decisiones son las que debemos tomar con la mente y con el corazón, con coherencia. Estas decisiones se deben tomar con calma, después de haber razonado, analizando todos los lados de una cuestión hasta llegar a una conclusión, éstas decisiones requieren de nuestra madurez razonadora. Al tomar decisiones irreversibles nos puede servir hacer dos columnas para anotar los pros en un lado y los contras del otro, sin pensar, sin tanto análisis. El siguiente paso es hacer un trabajo de meditación y respiración para que la mente y el corazón se sincronicen y yo pueda escuchar tanto lo que me dice la razón como lo que me dice mi intuición, por último tomar la decisión que me dé más paz, descartando la otra posibilidad. Así podemos estar tranquilos de que nuestras decisiones fueron las correctas o mejor dicho las más congruentes y las que se acercan más a lo que yo soy.