Transformar el dolor

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Yuvia Cárdenas

Aplicación Mental

Vivimos en un mundo dual, en donde existe el bien y también existe el mal. Nuestra esencia y sustancia es buena, la armonía es nuestra naturaleza, y al percibir con nuestros sentidos lo contrario a lo que somos, nos incomoda, nos duele.

En clase siempre les digo, la armonía es lo natural, es tu naturaleza, y como es lo natural no se siente, es muy sutil. Tienes que aprender a percibirla.

Y les propongo un ejercicio, les pregunto si sienten su nariz, la mayoría no la siente, al menos que la traiga constipada o le duela o esté fuera de armonía. Y así pasa, no nos damos cuenta que estábamos en armonía hasta que ya no lo estamos, hasta que la percepción y los sentidos nos hacen darnos cuenta que estamos incómodos, que algo nos duele.

En este mundo dual el dolor no es opcional, el dolor es esa alarma que nos indica que algo está fuera de armonía y es necesario que nos pongamos a trabajar para volver a ella, para acomodarnos otra vez.

Lo que sí es opcional es el sufrimiento. Ese sufrimiento viene muchas veces de la resistencia al dolor y de no saber cómo transformar eso que sentimos en algo que nos sirva. Dice la Kabalah que no hay nada que fije más el conocimiento que el dolor y el sufrimiento y yo estoy de acuerdo. Y cuando podemos transformarnos en mejores personas después de un evento de dolor o aprendemos lecciones valiosas después de haber sufrido, entonces estamos Entendiendo la vida. También dice mi maestro de Kabalah que no seamos ingenuos, que aquí venimos a trabajar y a aprender y cuando aceptamos que eso es justamente el desarrollo y lo hacemos por el gusto de ser mejores y vivir más en el gozo, ese aprendizaje se vuelve mucho más armonioso.

Entonces si el dolor no es opcional ¿cómo lo transformo? Lo primero es identificarlo, no evadirlo sino aceptarlo. Lo segundo es un paso de valientes, lo segundo es asumir nuestra parte de responsabilidad en la situación, no se puede sanar desde el victimismo o la culpa, solo se puede sanar desde la aceptación y la responsabilidad. Para esto me resuena mucho la frase de Jiddu Krishnamurti “La unica relación auténtica y duradera que vamos a vivir a lo largo de toda nuestra vida es la relación que mantenemos con nosotros mismos. El resto de las relaciones no son más que un juego de espejos y proyecciones”.

Ya sea que se trata que el dolor viene de alguna situación con una persona o una relación con la salud, el dinero o el trabajo, los pasos son los mismos.

Lo tercero es identificar cuál es esa parte de mi que tiene que sanar para ya no resonar con situaciones así. Lo que sigue es aprender de la experiencia y para eso es indispensable ponerle el ingrediente de la humildad. En lugar de preguntarse por qué a mi, preguntarse para qué. Y aquí un tip, no te aferres a una respuesta rápida. Ten humildad para soltar la pregunta al universo y ten la confianza que la respuesta llegará si estás dispuesto a aprender de ello. Conténtate con un “ahora no se para qué pero se que es para mi evolución”. Te sorprenderás de lo rápido que llegan las respuestas cuando hagas este ejercicio.

Y el paso número cuatro es trabajar con disciplina en mejorar el error progresivamente. Recuerda que progresión, no perfección. En este punto a mi me gusta mucho insistir en que el trabajo de corrección es más fácil cuando estás acompañado de una clase, una terapia, un guía que te ayude a reconocer que cuando algo no se puede transformar es porque ha llegado el momento de transformarse a uno mismo.

¿Se puede transformar el dolor? Absolutamente si. ¿Cuántas veces? Todas. ¿Qué necesito para transformarlo? Aceptación, voluntad, paciencia y Fe.