En medicina, siempre hemos tenido un villano favorito al cual podemos echarle la culpa de todo.
Me acuerdo de la época en la que empezaba a estudiar medicina, todo mundo tenía fiebre reumática y recibía una dolorosa inyección mensual de penicilina para evitar consecuencias. Cualquier cosa que uno tuviera: dolor articular, fiebre, diarrea, dolor de cabeza, erupciones en la piel, bajas calificaciones, etc. era atribuida al estreptococo (causante de esta enfermedad).
Como médicos, tener esta posibilidad de un “villano favorito” es maravilloso, pues así podemos explicar de una forma elegante y aceptable nuestra ignorancia o flojera para hacer diagnósticos correctos en nuestros pacientes, incluyendo uno que se llama: salud. Esto es: hay condiciones que se dan sin que uno tenga nada malo.
En pediatría, ese “Peña Nieto” favorito de los últimos 15 años se llama “Reflujo”. Palabra mágica, esotérica, que confiere status de culto y de pertenencia en los mama-chats, además de calmar a las mamás primerizas. Y a uno, como doctor, le da la posibilidad de no explicar las cosas; además de evitar largos minutos convenciendo a las mamás de que su bebé es normal. A través de los años, he mantenido una postura muy crítica acerca de la necesidad de tratar a los bebés “vomitadores” pero sin problemas, con medicinas. Si bien es cierto que el “reflujo” sí existe, es mucho menos frecuente de lo que se imagina.
Hay doctores “del reflujo”, que tienen a más del 80-90% de sus bebés con medicinas. En las unidades de cuidados neonatales del país, más del 90% de los bebés son tratados con antiácidos como parte del “protocolo”. Es interesante incluso, cuando recibimos bebés, que todas las mamás preguntan qué se puede hacer para prevenirlo.
Van, por lo tanto, datos interesantes y comentarios al respecto:
1) La enfermedad por reflujo gastroesofágico en los bebés se define como aquella que causa uno o varios de los siguientes síntomas: a) Pérdida o no aumento de peso, que es grave y amerita estudio profundo. b) Síntomas asociados, como neumonías de repetición o espasmo bronquial no explicado de otra manera –la minoría de los casos-. c) Cianosis (color morado) o ahogamiento/casi ahogamiento con los vómitos. d) Llanto continuo no explicado por otras condiciones (rarísimo, y que desgraciadamente es el argumento que más usan los doctores para diagnosticarlo y tratarlo).
2) Estadísticas: En condiciones normales, el 60% de los bebés vomitan una vez al día; 25% lo hacen más de 4 veces al día; 5% lo hacen en cada toma. En ausencia de los síntomas mencionados anteriormente, estos niños se definen como regurgitadores y dicho caso no causa problema. Es el típico lactante que está cachetón, sonríe todo el día y se la pasa regresando leche y manchando los vestidos caros de las mamás, pero sube de peso adecuadamente. No hay que hacerles nada a estos bebés sanos.
3) El 99.99% de los vómitos/regurgitaciones mejorarán aproximadamente al año de edad. La mayoría de los niños sanos vomitan hasta los 5-6 meses y posteriormente empiezan a mejorar una vez que inician las papillas.
4) El 95% de los bebés con cólicos, irritables, llorones, mejorarán a los 3-4 meses de edad, independientemente del tipo de leche y medicinas que estén tomando. El cólico será motivo de otra próxima entrega.
5) Muchos pediatras hablan del reflujo “oculto” o silencioso para explicar lo inexplicable. Se ha demostrado que el 100% de los humanos, desde recién nacidos hasta la vida adulta lo tenemos, y no es causa de enfermedad.
6) Medidas efectivas para niños vomitones: Cambio de posición (levantado un poco al dormir con respecto a la horizontal, o a la izquierda) o cambio/espesamiento de la fórmula.
7) Medidas poco efectivas y que deben usarse en muy contadas ocasiones: Procinéticos como Unamol® o antiácidos en gel.
8) Medidas contraindicadas: “Colchones” o “almohadas” antirreflujo. En países de primer mundo, ya están fuera del mercado pues se demostró que pueden provocar muerte súbita por asfixia.
9) Medicinas como mopral ® o nexium ®, que son inhibidores de la producción del ácido estomacal, deben usarse en muy pocos casos que lo ameriten. Por desgracia, éste es el tipo de medicina más usada para esta condición y muchas otras –diarreas, infecciones, vómito por intoxicaciones alimentarias, etc.- sin ningún sustento científico.
La literatura médica actual está llena de artículos y autoridades a nivel mundial que advierten de consecuencias a corto y largo plazo por su uso indiscriminado. Estas son, aumento de infecciones a todos los niveles, principalmente vías respiratorias bajas en bebés y niños, mas posibilidades de un tipo especial de cáncer de estómago, y problemas autoinmunes en la vida adulta por alteraciones de la flora intestinal normal.
10) Estudios para reflujo: La “serie con medio de contraste”, es poco útil para el diagnóstico. Otros estudios más invasivos están cayendo en desuso pues requieren hospitalización y han sido muy cuestionados. En la mayoría de las veces, el diagnóstico es clínico.
11) Cirugía para reflujo en niños sanos: Prácticamente se ha abandonado. Es muy invasiva y los resultados no son aceptables a mediano y largo plazo.
12) En bebés, la gran mayoría de los niños con cólicos severos mejorarán solos, y requieren solamente de amor, posiblemente algún cambio de fórmula o de restricción dietética en la mamá que está lactando, y principalmente, una gran dosis de paciencia.
13) En pediatría, la gran mayoría de las gripas, toses crónicas, sinusitis, asma, mal dormir, despertares nocturnos, llantos a media noche en niños grandes, males de amor y bajas calificaciones no son reflujo. Siempre hay diagnósticos y explicaciones más plausibles; así que si tu médico te dice a la primera que es reflujo, busca otro.