Lo que comemos no sólo afecta cómo nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer.
Muchas personas no comen en función a sus necesidades nutricionales, sino que es el paladar el que les motiva a ingerir alimentos sin control. Esto puede parecer un acto cotidiano, pero es muy perjudicial para la salud si se abusa de comidas con un bajo valor nutricional y un alto contenido en sustancias perjudiciales para el organismo (como las grasas trans).
La relación emociones-nutrición es clara, ya que en momentos de inestabilidad emocional somos más propensos a consumir alimentos grasos. Esto no es positivo para el control de peso y provoca un exceso de grasa en la dieta. Cuando usamos la dieta para calmar nuestro estado emocional, a esto se le llama Nutrición o Alimentación Emocional.
En todo el mundo, los consumidores prestan cada vez mayor atención a las cuestiones que afectan a su salud, y junto a ello existe un creciente interés por los “alimentos que influyen en el estado de ánimo”, que de forma natural elevan el ánimo.
Lo que comemos no solo afecta cómo nos sentimos, sino que como nos sentimos, también afecta a nuestra manera de comer.
Es un tema demasiado completo y complejo la relación de alimentos vs estado de ánimo, ya que abarcan demasiados subtemas como aminoácidos, combinación de alimentos, dieta, algunas deficiencias, patologías diversas, etc. Sin embargo, en esta ocasión nos enfocaremos en conocer algunos alimentos que pueden ayudarnos a segregar serotonina, la hormona de la felicidad, o en otras palabras a sentirnos más felices.
La proteína Triptófano, es un aminoácido, que provoca la liberación de serotonina, la cual a falta de, se asocian la depresión y la obsesión. La falta de serotonina causa distintos efectos negativos sobre el organismo, como angustia, tristeza o irritabilidad. Ya que el cuerpo no produce triptófano, hay que conseguirlo a partir de algunos alimentos. Por tanto, los alimentos ricos en este aminoácido actúan como antidepresivos naturales.
El triptófano se encuentra en una gran variedad de alimentos, entre los que se incluyen carne magra como pescado, pavo, pollo, frutos secos como nueces, almendras o avellanas, legumbres como garbanzos o lentejas, semillas de calabaza o girasol, algunos productos lácteos como yogurt o quesos, además plátano, huevo y aguacate.
¡Recuerda que somos lo que comemos y que comer es uno de los placeres de esta hermosa vida!
Sin embargo, comer gran cantidad de esta selección de alimentos no basta para hacernos felices. El cerebro sólo puede absorber triptófano cuando se combina con carbohidratos, que son convertidos en azúcar en el intestino. Un nivel incrementado de azúcar en sangre estimula la producción de insulina, y la insulina a su vez hace que las neuronas del cerebro sean receptivas al triptófano, a partir del cual el cerebro crea la serotonina, la hormona para sentirse bien.
Cuando nos sentimos frustrados, es nuestro cuerpo el que impulsa las ganas de tomar como estimulante una pizza rica en carbohidratos o un pastel de chocolate, para satisfacer su necesidad de despejar el torrente sanguíneo y hacer que nuestro cerebro sea receptivo a la absorción del triptófano que crea la serotonina.
En la realidad, a corto plazo, nuestro estado de ánimo lo puede determinar una comida. A largo plazo, organizar de forma sistemática nuestra ingesta nutricional es la mejor forma de mantener constante el nivel de azúcar en sangre, mantenernos de buen humor y no ganar peso en el proceso.
La mejor forma de conseguirlo es seguir una dieta que sea lo más equilibrada posible: una mezcla variada y colorida de alimentos que contengan una amplia gama de distintos componentes. Esto debería permitirnos evitar los picos y caídas de fluctuaciones en el nivel de azúcar en sangre, y las variaciones anímicas que causan. Y la palabra “colorida” debería tomarse muy en serio: los colores específicos de los alimentos tienen un efecto beneficioso sobre nuestra mente; así, los alimentos naranjas y rojos estimulan, los azules calman, los amarillos animan, y los verdes ayudan a la concentración.
A continuación presento un ejemplo práctico que podemos aplicar en nuestra alimentación diaria para tratar de mantener un equilibrio emocionalmente estable:
Desayuno.- Huevo con nopales por la mañana con algún tipo de salsa a base de chile serrano, de árbol o chipotle.
Colación.- Plátano
Comida.- Pechuga de pollo en salsa de champiñones, acompañados con lentejas o garbanzos y una porción de aguacate.
Colación.- 1 puñito de almendras o nueces.
Cena.- Yogurt con almendras, manzana y amaranto o algún tipo de proteína como huevo o pescado.
Y aunado a esto, es importante tener “alimentos libres” una, dos o hasta tres veces por semana, donde podamos darnos el lujo de consumir lo que más nos gusta, como pizza, chocolates, tacos, nieve, etc.
Así de sencillo es la fórmula de la felicidad, llevar a cabo una alimentación balanceada obviamente en base al tipo de género, peso y características específicas de cada persona, contemplando todo tipo de patologías, lugar de residencia, alergias, etc.