Las mujeres juegan un papel fundamental en la sociedad, ya que están involucradas ampliamente en las tareas familiares, así como en las domésticas y profesionales, por lo que muchas veces descuidan su alimentación y suele ser habitual que presenten carencias de vitaminas y minerales.
Hoy en día los cánones de belleza buscan la delgadez, lo que lleva a que las mujeres sigan dietas limitantes, que confieren una restricción importante de nutrimentos y calorías. En la actualidad no hablamos realmente de una belleza ideal, sino de modelos de belleza. Gran parte de la responsabilidad en la difusión de esos cánones la han tenido, a lo largo de la historia, los artistas plásticos que han plasmado en sus obras la belleza ideal, real o platónica, a través de todos los tiempos.
Las revistas de la moda utilizan modelos femeninos que rozan lo patológico y que pueden llegar a generar el desprecio de lo propio, la inseguridad personal y la frustración ante su imagen. En la antigüedad la obesidad y el sobrepeso eran considerados signos de opulencia y envidiable posición social; al contrario la extrema delgadez correspondía a las clases menos privilegiadas. Hoy en día muchas mujeres luchan cada día con esos gramos de más e intentan adaptarse a ropa no hecha a su medida como signo del éxito; en caso contrario sufren por el aparente rechazo de su entorno y las reales dificultades hasta para encontrar empleo.
La dieta ideal para una mujer es aquella que satisfaga sus necesidades, que sea variada y equilibrada, asegurándose de cumplir con todos los requerimientos nutrimentales y adecuada a sus gustos y preferencias. Las características de la alimentación en una mujer varían dependiendo de cada etapa en su vida.
Algunos consejos que toda mujer debe de llevar a cabo son:
Hidratación: es importante consumir de 1.5 a 2 litros de agua diariamente y es aconsejable agregarle una pizca de sal del Himalaya o romero fresco, porque ayudan a mineralizarla.
Empezar cada tiempo de comida con verduras, ya sea en una ensalada, sopa o guisado. Estas proporcionarán fibra y darán mayor saciedad.
Incluir proteínas de alto valor biológico como son pollo (de preferencia orgánico), pavo, pescado, huevo orgánico y máximo una vez por semana las carnes rojas.
Agregar grasas saludables como aguacate, palmitos, aceitunas, aceite de oliva extra virgen y aceite de coco, entre otros.
Es importante consumir hidratos de carbono orgánicos como el arroz integral o el salvaje, la quínoa, el amaranto, avena o camote.
Siempre llevar una colación saludable como jugo verde con una sola fruta, hummus con verduras, un puño de nueces, pudín de chía, crema/mantequilla de almendras sin azúcar.
Anticipar, es decir organizar lo que se consumirá a lo largo de la semana. Muchas veces por el ritmo de vida acelerado, la calidad y cantidad de los alimentos no es la óptima, por lo que es aconsejable organizarlos dándoles rotación.
Masticar lentamente. Si no se cuida la masticación, el cerebro tarda más tiempo en sentirse satisfecho.
La dieta debe de ser un 80/20, cuidar nuestra alimentación un 80% del tiempo y darnos ciertos permisos en un 20%.
Comer con 10 de calificación. Se debe disfrutar y saborear lo que ingerimos y cuando nos sepan a menos de 8, detenernos, para evitar compulsiones.
Consumir los suplementos adecuados de acuerdo a cada etapa de la vida de la mujer. Es importante recalcar el consumo de ácido fólico dentro de la etapa fértil de la mujer con la finalidad de evitar problemas del tubo neural en el recién nacido.
Inteligencia emocional y la alimentación
La inteligencia emocional juega un papel importante en la dieta de la mujer, ya sea para mejorar la imagen personal corporal o para controlar la ingesta excesiva de comida, pues existen variables psicológicas relacionadas el éxito a la hora de seguir una dieta. Existen herramientas (como la buena planificación y la evitación de estímulos, etc.) que pueden ser beneficiosas para llevar a cabo un plan dietético con éxito. Las emociones afectan nuestra dieta, y a esto se le conoce como alimentación emocional. En muchas ocasiones las personas conocen muy bien la pedagogía de la alimentación, el problema es que no se adhieren a un plan dietético positivo por muchos motivos: falta de motivación, objetivos poco realistas, creencias de autoeficacia negativas, exposición a estímulos interferentes y, sobretodo, un estado anímico bajo.
Es importante aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo, para así convertirnos en comedores conscientes, detectando señales de hambre y saciedad.
La relación emociones-nutrición es clara, ya que en momentos de inestabilidad emocional somos más propensos a consumir alimentos grasos. Esto no es positivo para el control de peso y provoca un exceso de grasa en la dieta. Cuando usamos la dieta para calmar nuestro estado emocional, a esto se le llama alimentación emocional.
Las variables psicológicas y emocionales son muy importantes para tener éxito en la dieta del día a día, ya que para muchos individuos no es un camino fácil. Por otro lado, hay que entender el comportamiento humano y saber que cuando estamos ansiosos o tenemos problemas emocionales. Además, el estrés también causa problemas anímicos que influyen en la ingesta alimentaria.
Es importante aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo, para así convertirnos en comedores conscientes, detectando señales de hambre y saciedad. Cada tiempo de comida es independiente y una nueva oportunidad para sanar nuestro cuerpo. Diversos estudios han encontrado que cuando la mujer come de forma saludable, lo más probable es que el resto de los integrantes en el hogar lo hagan también.