Existe un duelo invisible que atraviesan cuando, en el intento de cumplir con las expectativas sociales, familiares y culturales, van dejando atrás partes esenciales de sí mismas.
Al nacer, tu entorno y tus padres te fueron moldeando para ser lo que “debes ser”. Te fueron enseñando, para bien y a veces para mal, lo correcto e incorrecto para poder ser una persona de bien desde su realidad y desde lo que les enseñaron a ellos.
Esta reflexión me llevó a cambiar mi perspectiva y mi relación con el sufrimiento en mi vida. En lugar de solo verlo como algo negativo o malo, comencé a considerar la posibilidad de que el dolor puede ser una puerta hacia la oportunidad de llegar a un crecimiento personal.
Siempre será el malo el que me ayuda a sanar, hasta que entendemos que su participación en nuestra vida nos llevó a ser lo que hoy somos.
Una clave fundamental es conectar con ellos, sin importar la edad que tengan: interesarte por sus gustos y darte ese tiempo de jugar, poder reír y divertirse juntos.
A través de modelos antienvejecimiento y el estudio de la epigenética ahora entendemos que podemos influir en qué genes son más activos, según las elecciones de estilo de vida que hacemos. Con esta información podemos apoyar un envejecimiento saludable.
