¿Conectados o desconectados?

Picture of Jenny Tumoine

Jenny Tumoine

Lic. en Psicología

Y este año, ¿cómo estarás más conectado contigo mismo? ¿cómo serás más tú?

Planéalo. Las cosas no llegan así de la nada ni pasan solitas. Las creamos. ¿Cómo vas a proteger tu energía? ¿Cómo le harás para no perderte a ti? Entre tanta información, eventos, trabajo, personas, ruido… ¿Cómo te acordarás de que tienes que volver a ti?

Estamos en desconexión con nosotros mismos y con el mundo, y al mismo tiempo estamos conectados con todo. Hoy más que nunca existe una tendencia a sentirnos solos sin darnos cuenta de que nosotros somos quienes nos aislamos y nos desconectamos.

¿Por qué pasa esto? Pues tenemos todas las herramientas para vivir así, desconectados, aislados. Sin escucharnos a nosotros mismos, sin cuestionarnos quienes somos, de quien me rodeo, si me gusta donde estoy, lo que hago, la persona en la que me he convertido.

Tenemos más información que nunca en la historia. Pensaríamos que todos los avances vinieron a facilitarnos y mejorar nuestra calidad de vida, pero hoy en día somos la generación más medicada, depresiva, desconectada, adicta, endeudada y obesa de la historia. Tenemos tantos avances tecnológicos y culturales que pareciera nos llevarían a vivir más plenos y conectados, pero estamos más desconectados que nunca. Algo estamos haciendo mal.

Estamos usando las cosas de manera equivocada. No sabemos qué hacer con tantas herramientas que tenemos y es que tiene sentido, esta es la primera generación que tiene tanto a su alcance y tan poca educación sobre ello, pues somos pioneros. Y así, teniendo tanto conocemos muy poco en realidad, de cómo utilizar a nuestro favor la tecnología, la comunicación instantánea, la información a la mano. Estamos utilizando las herramientas que hemos creado para desconectarnos.

¿Qué usas tú para no sentir? ¿Cuál es tu anestesia?

El celular, las redes sociales, la comida, alcohol, drogas, videojuegos, Netflix, sexo, compras, medicamentos, incluso dormir se ha convertido en un mecanismo para no sentir.

Todas nos llevan a una felicidad momentánea y a bloquear emociones que están aquí para algo. Nos llevan a desconectarnos de nuestra mente, nuestro cuerpo, la familia y los amigos. Y luego nos preguntamos ¿por qué? ¿por qué me siento solo, triste, vacío…?

Vuelvo a decir, tenemos todas las herramientas para desconectarnos. Que en su mayoría existen para conectarnos, pero al usarlas en exceso su función es la contraria. Además de que tenemos todas estas herramientas que nos llevan a la desconexión, también hay motivos por los que lo hacemos.

Se nos enseñó a evadir los sentimientos que considerábamos negativos. Creamos disfraces y máscaras que nos inhabilitan a estar en contacto con nosotros mismos. Nos desconectamos para no sentir dolor, tristeza, enojo, como si estas emociones fueran a matarnos. Cuando éstas solamente son emociones, como lo es la felicidad. Reflexiona, ¿Cuándo estas feliz, piensas, “ya quiero que se acabe este momento”? O que alguien te diga algo como “ya no estés feliz”. ¿No verdad? Pues eso hacemos con las otras emociones. Solo queremos que se vayan y no estén, en lugar de vivirlas, sentirlas y comprender qué hacen aquí y qué están intentando decirnos.

La felicidad, el enojo, la tristeza son emociones que tan solo duran 90 segundos, el resto es aferrarnos a ellas. Lo que buscamos es bienestar, y desde ese lugar, poder vivir, sentir y atravesar todas las emociones. Pero no podemos llegar al bienestar si antes decido desconectarme para no sentir. La única forma de salir de una emoción es atravesándola, viviéndola.

Lo bueno es que mucho de esto es aprendido.

Nos enseñaron a inhibir, callar, no sentir, no darles espacio a nuestras emociones y a desempoderarnos. Entregar nuestro poder personal a otras personas o a otras cosas materiales. Y hoy en día tenemos toda la información a la mano. Podemos elegir nuestra filosofía. Lo que no nos sirve y lo que si nos sirve.

¿Cómo empiezo a despertar y conectarme conmigo mismo?

Hay muchos caminos. Aceptar y permitirnos sentir cualquier crisis es indispensable. Dejar de negar que algo “malo” está pasándome. Si sigo en la negación, sigo en la máquina. Desde la negación no viene el cambio. Cuando aceptamos suceden muchas cosas. Abrazar tu vulnerabilidad, dar espacio para sentir cualquier cosa. ¿Qué pasa si en lugar de negarlo lo vivo? Lo exploro, lo observo, lo siento. Y ver cómo, si le doy espacio y lo dejo salir, como esto va cambiando, se va transformando. Y me doy cuenta de que todo es impermanente. Todo está siempre cambiando y dentro de todo siempre hay algo que podrás aprender. Cuando estoy en negación y resistencia de sentir cualquier emoción o dolor, todo se queda igual, no permito el cambio ni el movimiento. Y cuando acepto, me permito vivirlo, sentirlo, aprender y cambiar.

Cuánto nos engañamos a nosotros mismos. Y es que es más fácil. Es más cómodo. Incluso ciertas enfermedades físicas terminan siendo más cómodas que sanar desde la raíz. “Estoy bien”. Es más fácil que quitarnos las capas. Eso da miedo. Miedo a perder el control, a ser vulnerables, a ser rechazados, a sentir.

¿Cuánto he perdido por miedo? Pudieras preguntarte, ¿qué pasaría si no tuviera miedo? Pero la verdadera pregunta es ¿qué pasaría si lo hicieras/sintieras a pesar del miedo? Porque el miedo no siempre se va. A veces nos acompaña para protegernos y hacer las cosas con cuidado y precaución. Se trata de atrevernos a atravesar el miedo, no esperar a que se vaya y mientras tanto evitar sentirlo.

Recuerda, tenemos todo para desconectarnos. En los momentos que puedes estar en silencio, reflexionar, estar contigo, siempre hay algo que te puede distraer. La televisión, la música, la comida, el celular, los juegos, el alcohol. Todas las oportunidades que tenemos para conectar con nosotros, con el otro, con la naturaleza, las cubrimos con cosas que nos desconectan más.

En el actuar del día a día decidimos no vivir, no sentir. Usemos esos momentos para cosas más gratificantes. Normalmente despertamos corriendo, en el celular, con prisas, pensando en los pendientes que no queremos hacer, o el cansancio físico que sentimos. Y así predeterminamos cómo será el día.

Te invito a iniciar tu día de manera consciente, conectando contigo. Respira, agradece, visualiza cómo vas a disfrutar el día, cuáles son los desafíos en los que aprenderás y podrás también enseñar. Cómo lo harás mejor que ayer. Cambia la realidad. La puedes programar de manera positiva en un minuto.

Tomate un minuto para escucharte a ti mismo. Estate presente. Lo difícil que se nos ha hecho una practica tan sencilla. No nos lo enseñaron. No vimos a nadie hacerlo. Hagámoslo nosotros.

Haz consciencia de los inhibidores que utilizas para no sentir, solo así podrás empezar a hacerlo menos.

Solamente viviendo vulnerable es la manera de poder conectar. Con las emociones más increíbles del mundo, aunque también tendrás que experimentar las que no te resultan tan placenteras. Si seguimos “protegiéndonos” de estas últimas, seguiremos sintiéndonos solos, tristes, vacíos. La vulnerabilidad no es una debilidad sino una oportunidad de sentir y vivir. Empieza a observar la realidad tal y como es, no solo las partes bonitas, reconocer todo lo que es y está.

Ni el lugar de la víctima ni el lugar del fuerte ayuda. Son máscaras y ambas te desconectan de ti. De lo que en realidad sientes y tu poder que está dentro de ti.

En un mundo de tanto ruido, ¿cuándo estas en silencio? ¿cuándo estas contigo mismo?

La realidad es que a veces hay que desconectarnos para conectar. Te invito a desconectarte del ruido y de los inhibidores para que puedas conectar contigo a través del silencio, la reflexión y la introspección.