Aparte de los factores de riesgo de gravedad ya conocidos y repetidos en todos los artículos, hay grupos que han sufrido más, con mayor mortalidad: Los médicos (el caso Monclova es un ejemplo triste); quienes estuvieron encerrados por mucho tiempo con una persona ya sea sin síntomas o con síntomas leves (aviones, metros o trenes, coros de Iglesia como el caso del estado de Washington) o Guayaquil en Ecuador, por nombrar unos ejemplos.
¿De qué depende, pues, esta situación? Parece ser que se relaciona a la dosis inicial de virus que llegan a las vías respiratorias. Para nadie es desconocido el hecho de que, en otras infecciones, la cantidad inicial del agente infeccioso – la “carga viral”- determina la gravedad del asunto: en una boda con comida contaminada, el tragón siempre es el más grave (a menos que ya tuviera anticuerpos previos contra el bicho), mientras que quien ingirió poco tiene un cuadro más leve.
A nivel del sistema de defensas –y así funcionan las vacunas- cuando la dosis inicial del invasor es mínima o en dosis moderada, el organismo infectado actúa de forma rápida para hacer anticuerpos y dejar inmunidad permanente. Repito nuevamente que aún en esta pandemia, quienes tuvieron infección han desarrollado inmunidad. Es muy pronto saber si es permanente o no, pero de que hay protección, la hay.
Por otro lado, una dosis inicial elevada sobrepasa la capacidad del sistema inmunológico de responder, y la rápida replicación resulta en infección severa o muerte. Aún en pacientes no considerados de alto riesgo estadísticamente hablando, por ejemplo los jóvenes doctores que han fallecido. Como dicen dos investigadores de Princeton, Los Dres. Joshua D. Rabinowitz y Caroline R. Bartmann (sí, porque no todos son de “Harvard” como ocurre en los memes); simplemente, todo se reduce a quién gana la carrera: los invasores o las defensas.
En el caso de los médicos, la alta mortalidad se debe al contacto estrecho continuo con el o los enfermos.
En el caso de los médicos, la alta mortalidad se debe al contacto estrecho continuo con el o los enfermos, además, tristemente como el caso señalado en el primer párrafo, a la falta de educación y equipo protector adecuado. Otras situaciones de la vida real en donde la dosis viral inicial es alta serían aquellas en lugares cerrados con interacción cercana con otras personas, en donde a más tiempo, más virus: reuniones para el café, restaurantes, bares, estar cerca de los ancianos por mucho tiempo. “Spring breakers” pasando 7 días juntos. Judíos ortodoxos siguiendo con sus ritos… También estarte tocando la cara a cada rato después de haber estado en un lugar público sin lavado de manos seguido se considera muy peligroso; el cubre bocas no te ayudará de nada en esta situación. De ahí que las medidas de distanciamiento social, lavado de manos y uso de cubre bocas en público son efectivas en evitar o al menos, minimizar la cantidad de inóculo al que estarás expuesto. Cuando tengas que estar en contacto cercano con otra persona, por ejemplo, al pagar en la tienda, la regla es: hazlo en menos de 5-6 segundos de preferencia. De comprobarse la hipótesis de este artículo, medidas como el lavado de ropa al llegar a casa después de haber salido, la preocupación sobre la preparación de comida a casa (siempre y cuando sea de lugar confiable y conozcas a los dueños de preferencia) serán consideradas de poco riesgo, pero nunca nulo.
Finalmente –todos esperamos que así ocurra- tarde o temprano, las medidas de aislamiento en casa tendrán que relajarse. Nadie va a aguantar, ni personal, ni emocional ni económicamente por mucho tiempo. Pero aun así, el “regreso a lo normal” no será como la vida “pre COVID”, al menos en un futuro cercano en donde no habrá aún medicinas/vacunas efectivas, pues se tendrá que evitar actividades en donde el riesgo de contagio a altas dosis de partículas virales sea más posible: eventos masivos, estadios deportivos, convenciones, reuniones multitudinarias de los políticos. El transporte masivo será una necesidad, pero bajo estrictas reglas para evitar cercanía de los usuarios.