La crianza positiva no significa criar sin normas o disciplina; todo lo contrario, es una forma de educar en la que se combina el afecto, el respeto mutuo y la firmeza amorosa.
Su objetivo es guiar a los niños para que desarrollen habilidades emocionales, sociales y cognitivas sanas, en un ambiente donde se sientan escuchados, valorados y seguros.
La crianza positiva es un enfoque que rechaza la violencia y el castigo físico o verbal, favoreciendo la empatía y la conexión emocional, promoviendo así la autonomía con responsabilidad, y buscando entender el comportamiento infantil y no solo corregirlo.
Uno de los grandes mitos es que la crianza positiva no pone límites, pero los límites son esenciales, ya que brindan seguridad, estructura y contención emocional.
La clave está en cómo se ponen los límites, tomando en cuenta esto:
- Poner límites con claridad y firmeza.
- Explicar el porqué de las normas.
- Ser coherentes y constantes.
- Validar las emociones, incluso cuando se dice NO.
Los beneficios a largo plazo serán muchos: hijos más seguros, que desarrollarán mejores habilidades para resolver conflictos, tendrán relaciones familiares más sanas, y serán adultos más empáticos, responsables y conscientes de sus emociones.
Ser mamá o papá es uno de los roles más importantes y retadores que alguien puede asumir, pero, a diferencia de otras áreas de la vida, nadie nos da un manual. Por eso, prepararnos, informarnos y formarnos como padres no es un lujo, es una necesidad.
Educar no es gritar, castigar o controlar. Es acompañar, guiar y amar con firmeza y paciencia.
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