En estas épocas de mayor cuidado en nuestra alimentación y búsqueda de balance en la salud, queremos contar con la seguridad de que estamos ingiriendo y bebiendo comida y líquidos, libres de contaminación.
En ese sentido, en éste artículo te presento la perspectiva de la contaminación hídrica por plástico, que la ciencia y los investigadores están poniendo sobre la mesa para su atención, y cómo podemos desde nuestro lugar de consumidores, tomar medidas que nos ayuden a minimizar estos riesgos potenciales para nuestro bienestar.
Antecedentes
La producción de plástico crece día a día y ha aumentado desde los 2 millones de toneladas en 1950 a aproximadamente 400 millones de toneladas en 2018.
El futuro no se ve prometedor. A este paso, se espera que la demanda de este material crezca continuadamente hasta superar los 1000 millones de toneladas en 2050.
¿Pero cómo llega el plástico a los alimentos? Debido a la producción y uso masivo de plásticos, así como de su eliminación inadecuada o nula, estos terminan en cuerpos de agua contaminando flora y fauna marina.
Según la Organización de las Naciones Unidas, cada año se vierten 8 millones de toneladas de plástico al mar: el equivalente a un camión lleno de basura plástica por minuto.
En el año actual, nuestros océanos contienen 1 tonelada de plástico por cada 3 toneladas de pescado, pero si la tendencia de producción de plástico continua como hasta hoy, se pronostica que en 2050, habrá más plásticos que peces en el mar.
El plástico de un solo uso llamado plástico PET es un plástico reciclable usado para fabricar envases y tejidos sintéticos.
Actualmente, este material se usa sobre todo para hacer botellas desechables de agua y refrescos, así como para envasar algunas clases de alimentos.
Recordemos que el plástico procede del petróleo y en el caso de las botellas PET, los agentes químicos que contienen, pueden liberarse en el líquido, siendo potencialmente tóxicos para la salud humana.
Por otro lado, al terminar en los océanos, éstos plásticos se degradan con el tiempo y con la acción de la luz solar, convirtiéndose en microplásticos, que a su vez son ingeridos por muchas especies marinas, contaminando la cadena alimenticia, ya que muchas personas consumimos productos del mar.
Aportes científicos reveladores.
Según la revista científica británica Nature, en un artículo publicado en 2025, hay evidencia de bioacumulación de microplásticos en cerebros humanos, mencionando entre otras cosas que se ha analizado la presencia de microplásticos en bebés que son alimentados con biberones elaborados con dicho material, ya que son expuestos a agua caliente para su esterilización.
Por otro lado, un estudio realizado por la Universidad de Newcastle, Australia efectuado en 2019, sugiere que las personas estamos consumiendo alrededor de 2000 pequeñas piezas de plástico cada semana, aproximadamente 21 gramos al mes, poco más de 250 gramos al año.
Esto es el equivalente al peso de una tarjeta de crédito a la semana.
Existe suficiente información científica que apunta hacia la potencial toxicidad de los micro y nano plásticos en temas de ingesta y salud humana. Sólo es cuestión de informarse y buscar fuentes confiables. Es recomendable consultar las plataformas más acreditadas en el método científico como son las Revistas Nature y Science, que publican semanalmente los avances y descubrimientos científicos en inglés y español.
¿Qué podemos hacer para evitar la ingestión de microplásticos?
Sin duda, la primera de las recomendaciones a seguir es reducir en la mayor medida posible el uso del plástico. Tomar agua en envases de acero inoxidable en lugar de agua embotellada es un buen consejo que además de ser bueno para la salud, es amigable con el medio ambiente.