¿Alguna vez te has cachado diciéndote cosas como: “ya estoy muy grande para eso”, “seguro me va a salir mal” o “yo no nací para eso”? Si sí, no estás sola. Muchas de nosotras crecimos con ideas que, sin darnos cuenta, nos limitan. Son como paredes invisibles que nosotras mismas construimos con nuestros pensamientos. La buena noticia es que, así como los levantamos, también los podemos derrumbar.
Lo que pensamos todos los días tiene un poder enorme. No exagero. Lo que te dices a ti misma cuando nadie te escucha puede determinar si te animas a iniciar ese negocio que siempre has querido, si te apuntas a esa clase de yoga, o si te atreves a salir con alguien nuevo. Nuestros pensamientos pueden ser como una jaula… o como alas.
¿Por qué pensamos como pensamos?
Primero lo primero: no es tu culpa. Muchas de nuestras ideas vienen desde niñas. Tal vez escuchaste que “las mujeres deben sacrificarse por la familia”, que “el dinero es sucio” o que “una señora decente no anda haciendo locuras”. Esas frases se nos quedan como piedritas en la mochila. No pesan mucho al principio, pero con los años, ya no nos dejan avanzar.
Además, vivimos en una cultura donde a veces se premia más el aguantarse que el expresarse. El problema es que eso nos va apagando. Llega un momento en que ya ni sabemos qué queremos. Nos perdemos entre las rutinas, los “deberías” y los “ya para qué”.
Pero aquí viene lo bueno: los pensamientos no son verdades absolutas. Son solo ideas. Y como las ideas se pueden cuestionar, también se pueden cambiar.
Reformular: el arte de ver con otros ojos
Reformular es cambiar la manera en que pensamos algo. No se trata de mentirnos o fingir que todo es perfecto. Más bien es ver las cosas desde otra perspectiva, una que nos ayude a avanzar en lugar de detenernos.
Por ejemplo:
- En vez de decir “ya estoy muy grande para empezar”, puedes pensar “tengo la experiencia que antes no tenía, ahora sí sé lo que quiero”.
- En vez de “seguro me va a salir mal”, intenta con “no sé si va a salir bien, pero tengo derecho a intentarlo”.
- Y en lugar de “no tengo tiempo para mí”, podrías decir “merece la pena hacerme un espacio, aunque sea chiquito, para lo que me hace bien”.
¿Notas la diferencia? No se trata de ver todo color de rosa, sino de abrir una ventana donde antes solo veías un muro.
El poder de cambiar el chip
Cuando empiezas a reformular tus pensamientos, todo se acomoda diferente. Donde antes veías imposibles, ahora ves caminos. Donde te sentías estancada, ahora hay opciones. Incluso en los momentos difíciles, cuando todo parece gris, una nueva manera de pensar puede ser ese rayito de luz que te ayuda a seguir.
Y no necesitas hacer cambios enormes. A veces basta con preguntarte:
- ¿Esto que pienso me ayuda o me limita?
- ¿Quién me enseñó a pensar así?
- ¿Hay otra forma de ver esta situación?
Hazlo como un ejercicio. La próxima vez que te caches pensando algo negativo sobre ti, detente y cámbialo por una versión más amable, más realista. Como si le hablaras a una amiga que quieres mucho. Porque, seamos honestas, a veces somos más duras con nosotras mismas que con nadie más.
A los cuarenta, cincuenta o más: estás en tu mejor momento.
Muchas mujeres sienten que a cierta edad ya no hay mucho por hacer, como si la vida ya hubiera pasado. Pero nada más lejos de la verdad. Estás en una etapa donde ya no tienes que demostrarle nada a nadie. Donde puedes empezar a vivir por ti, para ti.
Y reformular tus pensamientos es clave para eso. Porque a veces no necesitamos cambiar de ciudad, de trabajo o de pareja. A veces lo único que necesitamos es cambiar la manera en que nos hablamos. Tratar a nuestra mente como una aliada, no como una enemiga.
Un paso a la vez
No tienes que hacer todo de golpe. Cambiar la forma de pensar toma tiempo, paciencia y práctica. Pero cada vez que eliges un pensamiento más compasivo, más libre, más poderoso, estás desbloqueando una nueva posibilidad para ti.
Así que la próxima vez que te digas: “no puedo”, respira hondo, mírate al espejo y contesta: “¿y si sí puedo?”.
Porque sí puedes.
Ejercicios prácticos para reformular tus pensamientos
- El diario de los “sí puedo”
Cada noche, escribe tres cosas que lograste en el día, por pequeñas que parezcan. Puede ser: “hoy dije que no sin sentir culpa”, “me di tiempo para mí”, o “me animé a mandar ese mensaje”. Esto te ayuda a ver lo capaz que eres y a reforzar pensamientos positivos.
- Detecta al “saboteador interno”
Cuando te descubras pensando algo negativo sobre ti, anótalo. Luego, respóndelo como si fueras tu mejor amiga. Por ejemplo:
- Pensamiento negativo: “Soy un fracaso en esto.”
- Respuesta amable: “Estoy aprendiendo. Nadie nace sabiendo.”
- Cambia el “debo” por el “elijo”
En vez de decir: “Debo hacer ejercicio”, prueba con “Elijo mover mi cuerpo porque me hace sentir bien”. El simple cambio de palabras transforma la obligación en un acto de amor propio.
- Visualiza nuevas posibilidades
Cierra los ojos un minuto y pregúntate: ¿Cómo sería mi vida si pensara diferente? Imagínalo. Siente lo que cambiaría. Este pequeño ejercicio despierta el deseo de ir por más.
Frases para repetir (o pegar en el espejo)
- “No soy mis pensamientos. Yo decido qué creer de mí.”
- “Nunca es tarde para empezar algo nuevo.”
- “Mi voz importa. Mi deseo también.”
- “Soy suficiente, tal como soy.”
- “Cada día tengo la oportunidad de elegir distinto.”
Reformular no es un truco de magia, pero sí una forma poderosa de reconectar contigo. No tienes que tener todo resuelto. Solo empezar a pensar distinto, poquito a poquito. Porque al final, cuando cambias la forma de mirar el mundo, el mundo también empieza a cambiar contigo.