Hace algunas semanas volví a ver a una de esas personas que la vida te brinda la oportunidad de conocer para que sepas que no todos los ángeles tienen alas. Caminan entre nosotros…
Hacía mucho tiempo que no coincidíamos.
Después de abrazarnos, nos sentamos a platicar y me dijo:
—Aunque no lo creas, yo todos los días dedico dos minutos para desear que estés bien.
No pude decir nada.
Solo lo observé con un corazón totalmente agradecido y muy asombrada.
¡Me regala dos minutos diarios! ¡Piensa en mí! ¡Dedica su tiempo a hacerlo!
Su enseñanza, como siempre, va más allá y me llevó a reflexionar:
¿Yo le dedico a alguien dos minutos para desear, vibrar, bendecir, visualizar su bienestar?
O, por el contrario, ¿a quién le dedico dos minutos o más para pensar en lo que hizo, enjuiciar, maldecir, lamentar?
Tristemente descubrí que, la mayoría del tiempo, lo hacía con cosas negativas y tomé la decisión de cambiar eso porque, como dirían algunos maestros, el cerebro hace el mismo esfuerzo al pensar una cosa o la otra. Toma el mismo tiempo, pero no es la misma elección.
Así que me puse a observar cuándo mi pensamiento se iba por el lado negativo y, desde ahí, empecé a tomar la decisión de cambiarlo por uno amoroso.
Definitivamente, este ángel siempre deja lecciones valiosas a su paso.
Regálate dos minutos diariamente para darte las gracias, para desearte las cosas maravillosas por las que estás trabajando, para respirar, para valorarte.
Y después, dedica dos minutos a quien quieras desearle lo mismo. No malgastes tu tiempo ni tu energía en pensamientos de miedo, que solo nos llevan a más de lo mismo.
No se te olvide nunca que nos convertimos en eso que pensamos, porque hablamos, actuamos y sentimos en base a ello.