Nos encontramos en el siglo XXI. El ser humano ha conquistado la Luna; sabe que la tierra no es redonda; la comunicación con seres que viven al otro lado del mundo es instantánea. La mayoría de quienes leen esto tienen al menos primaria, y estoy casi seguro que una gran proporción tiene profesional y hasta estudios de postgrado.
Sin embargo, en Latinoamérica –no es sólo de los mexicanos- existen una serie de mitos y miedos respecto a nuestros hijos que han pasado de generación a generación y que, a pesar de tanto estudio y conocimiento, se siguen perpetrando. Mucho de esto es por el sistema de cuidado matriarcal que tiene nuestra sociedad, en donde la abuela -o bisabuela- sigue teniendo el control de la atención de los niños. Desde que inicié mi ejercicio de Pediatra, me siento orgulloso de siempre, todos los días, en cada consulta, de empoderar a las mamás, educar a las abuelas en su lindísimo papel de ayudantes y consentidoras de los nietos –nunca sustituyendo el papel materno- y de poco a poco tratar de ir desmitificando y quitando estos miedos que vienen desde la época de la conquista o incluso más atrás. En nuestro país y en desde el Río Bravo a la Patagonia, las abuelas juegan un papel muy importante en la vida de los niños, sobre todo en aquellas familias en donde las mamás trabajan.
Ahí van unos cuantos:
La comida no se puede meter caliente al refrigerador: Totalmente incorrecto. La comida se conservará igual (o mejor, recuerden la pasteurización). El único gasto es el de energía y ecológico.
Los niños no pueden tomar leche cuando hay fiebre: Desde luego que pueden. No hay ningún estudio serio en los últimos 50 años que diga que hay alguna consecuencia de hacer esto. Quizá la única indicación de suspender leche sería en caso de que la temperatura se acompañara de vómito y diarrea, en cuyo caso, es mucho mejor dar líquidos de rehidratación oral mientras el paciente mejore.
Hay que quitarle la cáscara a los frijoles cuando los bebés empiezan a comerlos: Falso. No sé de donde viene esta creencia, pero creo que en el tiempo que se creó, las mamás tenían todo el tiempo para quitar el “pellejo” de cada uno de los frijoles. El mundo actual es diferente… Además, La cáscara de las leguminosas tiene vitaminas y fibra, muy importante para la digestión de los infantes.
La “Mollera” se cae, se hunde, hace ruido… Pocas cosas infunden más miedo a las madres primerizas que la famosa mollera. El término correcto es fontanela, y cuando los bebés nacen, tienen dos, una adelante y una atrás. La primera se cierra aproximadamente entre los 8 y 18 meses de edad, la segunda a los 3 meses. La razón de que estos huecos en el cráneo existan tiene que ver con el parto, en donde la cabeza del bebé tiene que acomodarse y deformarse para pasar por la pelvis ósea de la madre: sin ellos, todos los niños nacerían fracturados o con otras peores secuelas. Estos huecos, sobre todo el de adelante, no duelen, no se hunden por sí solos y no tienen peligro de muerte, pero las abuelas y amigas realmente infunden un temor a esto que, créanme, recibo llamadas muy seguido de mamás llorando porque sus bebés hacen “ruidos raros de la mollera” o la sienten “hundida”. Como no hay hueso, esta parte de la piel puede latir al ritmo del corazón, se eleva cuando el bebé llora o puja para evacuar, y se hunde ligeramente cuando el bebé está dormido. Se puede tocar, se le pueden dar besos ahí y no pasa nada. La fontanela se vuelve importante sólo si cuando hay fiebre está a tensión y el bebé no se ve bien (hay que acudir al médico) o cuando, en conjunto con un cuadro de vómito y diarrea se siente hundida. Fuera de estas excepciones, olvídense siquiera de pensar en ella.
La cultura de los thés o el agua: Otra vez, herencia latinoamericana ancestral. Cuando los bebés nacen su prioridad es subir de peso, y esto se logra –preferente y exclusivamente- tomando seno materno o, en su defecto, biberón. El thé es una infusión de hierbas y agua, y a veces, además, endulzada. Calorías inútiles sin nutrientes… Y además, en ocasiones, las mamás recomiendan unos thés cuyo origen desconocemos y pueden ser hasta tóxicos y dañinos para los niños. El que tomen una vez al día algo de thé de origen confiable (manzanilla, yerbabuena) como medio de tranquilizarlos no será problema, pero definitivamente, no más de esto ni como sustituto de la leche. Hemos visto casos de desnutrición y de transtornos de sodio bajo en sangre por uso de estas infusiones que ponen en serio peligro la vida de los infantes. Con respecto a lo otro, cuando la suegra presione porque “hay que darle agua al bebé” la respuesta es muy simple: La leche materna o la fórmula contienen 75-85% de agua. Obviamente, si el día es muy caluroso o se va a estar expuesto al medio ambiente por más de media hora, puede ofrecerse como complemento. Agua. No pedialyte o gatorade. (hablaremos de esto en otra entrega).
Corte de pelo: Los bebés no son árboles. La podada de los árboles sí modifica el follaje. Pero los bebés tendrán el pelo en cantidad y calidad que genéticamente han heredado. El que se corte nunca, una o 10 veces no lo hará que tenga más, ni más “alaciado” ni más “claro” (ah, esta cultura de amor a la gente de piel clara y pelo rubio…) Cuando los papás me preguntan acerca del corte de pelo, mi respuesta es que quizá la única justificación para esto es tomarle una foto bonita con el niño rapado. Nada más.
Los prematuros sietemesinos son más sanos y sobreviven más que los de 8 meses: Falso. Cada semana menos, cada gramo menos de peso al nacer disminuye las posibilidades de sobrevida y de pronóstico neurológico. Y sí, las niñas tienen más posibilidades de sobrevivir cuando son prematuras, que los niños. El puro hecho de ser mujer les confiere una semana más de madurez, y si además, el ginecólogo dió esquema de maduración, ganan otra semana más de posibilidades de sobrevida.
La sandía se puede dar a cualquier hora del día, y con leche. No es un alimento “pesado”. No va a pasar nada.